martes, 23 de noviembre de 2010

LA MAGNITUD DEL CAMBIO

O entendemos la magnitud del cambio o será difícil afrontarlo con éxito, ha venido a decir Oscar Perelli del Amo, director del área de Estudios e Investigación de la organización Exceltur, en el curso de la convocatoria “Parlamento y Sociedad. Ideas para el futuro” que acoge la cámara legislativa canaria.

Magnitud del cambio. El concepto, que no es la única idea que aflora en los análisis de la crisis en el ámbito turístico, remueve los cimientos de éste. El negocio ha resistido de forma desigual los embates de la recesión pero ha resistido, lo que refleja, aparentemente, una cierta fortaleza del principal sector productivo, de modo que el sistema, aún a trancas y barrancas, mantiene sus niveles que no son, en cualquier caso, para resignarse a la vista de las carencias y de los problemas estructurales que entraña, principalmente, el desempleo.

¿Hacia qué dirección de cambios apunta Perelli para hablar de magnitud? De su testimonio se desprende que el modelo turístico del presente y del futuro inmediato va a tener otros agentes que ocupen el lugar preeminente de los turoperadores. Son los propios consumidores quienes, con plena autonomía para desenvolverse, eligen ya directamente. Y aporta un dato que le hace hablar de giro de ciento ochenta grados en el funcionamiento del modelo: “Unicamente el 5,6 por ciento de los turistas han venido a Canarias con un paquete de un turoperador”.

Es probable que le discutan al investigador Perelli ese porcentaje pero es innegable que algo se mueve en el negocio hasta el punto de que se tambalea el modelo de ‘sol y playa’ a poco que se confirmen tendencias y se contrasten estadísticas sobre las preferencias de los visitantes.

Por ejemplo, la posibilidad de una contratación directa por parte del consumidor hace que éste ya no se fije tanto en el alojamiento sino en la oferta de ocio complementario. Atención a este dato que afectaría directamente a la fidelización y a las causas que la generan, especialmente en destinos turísticos maduros, donde está claro que esas rentas van mermando.

La oferta de ocio complementario se convierte pues en codiciado objeto de estudio. El debate puede resultar apasionante y ojalá no frene iniciativas. En cualquier caso, los sectores público y privado están abocados a entenderse, entre otras razones para no duplicar y saber diversificar. Con un litoral sobreexplotado y con un territorio limitado sobre el que ya se ha ejercido suficiente presión -de todo tipo-, es evidente que hay que afinar con los recursos disponibles para acertar con esa complementariedad que, de acuerdo con los expertos, se antoja decisiva para mejorar la competitividad. Naturaleza y cultura, con todas sus grandes derivadas, son los vectores sobre los que trabajar con imaginación y visión de futuro.

Se constata que hay otros gustos, otras demandas. Luego, nuevas reglas, nuevos postulados, otros campos de actividad, otras directrices para el negocio turístico, la innovación… Es esa la magnitud del cambio en nuestro principal sector productivo que intenta remontar el período de las vacas flacas. Tiene que hacerlo con algo más que voluntarismo, descansando en terceros o en las ayudas de la administración pública. La experiencia debe servir para afrontar con valentía un proceso que apremia y que se condensa, en expresión del propio Perelli, en “invertir en la revalorización integral de la oferta turística”.

Claro que la duda es inevitable: ¿entenderán los directamente implicados la magnitud del cambio?


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