martes, 30 de noviembre de 2010

TANTO DESATINO

A la semana de haber tomado posesión, primavera de 1993, Manuel Hermoso Rojas, presidente del Gobierno de Canarias, concedió una entrevista a la revista Tiempo, cuyo titular era éste: “Felipe González es el responsable de la corrupción y por tanto debe dimitir”.

Días pasados, el actual presidente de la Comunidad Autónoma, Paulino Rivero, preguntado por el asunto de la controvertida adjudicación de la consejería de Sanidad el mismo día que cesaba su titular de entonces, Mercedes Roldós, lo despachaba como uno más de los que se registran en Canarias y que “terminan en nada”. Qué decepción.

No, tranquilos, no se trata de establecer una comparación, ni siquiera de sugerirla, aunque sea muy fácil hacerlo. En la distancia y en las contradicciones se pierden muchas afirmaciones de este tipo sobre esa lacra que azota la convivencia democrática. Es lo que de verdad debe preocupar, siquiera por un elemental sentido cívico: se va haciendo insostenible la situación, chirrían los goznes del sistema cuando una sociedad se ve sacudida cíclicamente por casos de corruptelas ligadas a la administración pública, denunciadas, investigadas, demoradas, presuntas, enjuiciadas y sentenciadas.

Pero ya ven: el presidente del Gobierno prefiere el estado de la impunidad y la condescendencia. Ha dejado pasar una excelente ocasión de encabezar una condena o una reprobación de todas esas prácticas ilícitas e inmorales. Ha podido apelar a la dignidad de la actividad política. De su rango institucional hay que esperar otro tipo de respuestas, más contundente, desde luego. Pero no lo ha hecho. No es cuestión de despachar con esas simplonerías (“terminan en nada”) hechos que, tan sólo por su tratamiento mediático y a la espera de que sean resueltos en vía judicial (si es que llegan), desazonan al personal, de por sí bastante desmotivado y desencantado por tamaña sensación de que todo está podrido.

Y no queremos pensar que las cuatro nuevas detenciones de fechas pasadas en Lanzarote (ya son cincuenta y seis imputados en las operaciones contra tramas de corrupción) dejan indiferente al presidente Rivero. Ni que esa interpretación de una encuesta sociológica hecha en Santa Cruz de Tenerife el pasado mes de octubre, relativa a que la corrupción y el fraude no son un problema para los ciudadanos, le tranquilice o le haga esbozar una sonrisa de esas “¿lo ven?”. Para seguir con lo nuestro, con el populismo y tal, que a la gente le da igual.

Hay que resistirse a estas resignaciones (¿con qué moral siguen trabajando policías, investigadores, fiscales y jueces?), a adoptar posturas conformistas ante vicios que predominan y que parecen no tener remedio. Ahí tienen una conclusión, derivada de la misma encuesta citada: en mayo del año próximo, en la capital tinerfeña, puede triunfar la abstención, el 51% si la tendencia de los consultados es sincera y se proyecta. Sería tremendo.

Y digno de análisis si es que en las células de reflexión, en los estados mayores de los partidos y en los gabinetes de estrategia electoral, superado el fragor, alguien se pregunta por los límites del monstruo que hemos creado o por el rumbo de un cuerpo social al que no le duelen estas cosas y prefiere seguir moviéndose cuando toquen el tambor. Que no se extrañe nadie de reacciones ciudadanas en la red y en foros digitales, a caballo entre la acidez, el desconsuelo y la ironía que, por fortuna, aún queda entre mucha gente para sobrellevar tanta inhibición y tanto desatino.


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