Desde una de las redes sociales de Internet se convoca para el domingo por la tarde una quedada o una sentada en la zona de la playa de Martiánez, castigada por la desidia. Una foto muy ilustrativa caracteriza el intercambio de comentarios y mensajes cuya frecuencia, por cierto, ha ido en aumento a medida que han pasado las fechas desde que a los promotores se les ocurrió la idea.
A ver cómo sale una experiencia de este tipo en una ciudad muy dada al palabrerío pero poco “movilizable” a la hora de defender alguna causa. Ya hemos escrito en alguna oportunidad que los portuenses son muy suyos, propenden al individualismo y no son proclives a la vida asociativa, a agruparse en entidades, colectivos o clubes, razón por la cual han pasado a mejor vida unas cuantas de ellos.
A ver cómo sale, sí, pero, en cualquier caso, el paso ya está dado y hay que ponderarlo. Hay portuenses a los que duele la ciudad y no que estén ya desencantados de la política y sus conflictos sino que sienten cómo aquélla va prolongando una decadencia agónica.
Entonces, se animan unos a otros a través de la red, para expresar sus sentimientos, su desencanto, para dar a conocer sus inquietudes sin otra pretensión que la de llamar la atención para cambiar el actual estado de cosas, para salir del marasmo, para intentar remontar, para poner punto final a la indolencia o, simplemente, para intentar acabar con tanta atonía y tanta resignación.
Ya habrá tiempo para valorar si es demasiado tarde -personalmente creemos que no, que en una cuestión de éstas, nunca es tarde- y si la experiencia apenas sirvió para quebrar la monotonía de una tarde dominical pero que haya ciudadanos que reaccionen es, de por sí, saludable. Que pacíficamente expresen su desconsuelo y reivindiquen una alternativa, otro proyecto, una gestión de los recursos públicos más eficiente y una aspiración sensible para que el Puerto de la Cruz no siga languideciendo, es positivo.
Y como que ya habrá tiempo para interpretar las connotaciones de esta convocatoria que circula entre internautas a los que mueve su amor al Puerto, a una ciudad a la que no quieren ver postergada ni impregnada de enconos. La quieren más emprendedora y más creativa, acaso porque son conscientes de que el pasado esplendoroso no va a volver pero construir un porvenir esperanzador -entre todos- sí que es posible.
En Martiánez es la cita. Es como si los versos de Padrón Acosta dedicados a la playa, aquellos ‘festones de raso’, recobraran una vigencia inusitada: “¡Juguemos otra vez!”.
Suerte.
A ver cómo sale una experiencia de este tipo en una ciudad muy dada al palabrerío pero poco “movilizable” a la hora de defender alguna causa. Ya hemos escrito en alguna oportunidad que los portuenses son muy suyos, propenden al individualismo y no son proclives a la vida asociativa, a agruparse en entidades, colectivos o clubes, razón por la cual han pasado a mejor vida unas cuantas de ellos.
A ver cómo sale, sí, pero, en cualquier caso, el paso ya está dado y hay que ponderarlo. Hay portuenses a los que duele la ciudad y no que estén ya desencantados de la política y sus conflictos sino que sienten cómo aquélla va prolongando una decadencia agónica.
Entonces, se animan unos a otros a través de la red, para expresar sus sentimientos, su desencanto, para dar a conocer sus inquietudes sin otra pretensión que la de llamar la atención para cambiar el actual estado de cosas, para salir del marasmo, para intentar remontar, para poner punto final a la indolencia o, simplemente, para intentar acabar con tanta atonía y tanta resignación.
Ya habrá tiempo para valorar si es demasiado tarde -personalmente creemos que no, que en una cuestión de éstas, nunca es tarde- y si la experiencia apenas sirvió para quebrar la monotonía de una tarde dominical pero que haya ciudadanos que reaccionen es, de por sí, saludable. Que pacíficamente expresen su desconsuelo y reivindiquen una alternativa, otro proyecto, una gestión de los recursos públicos más eficiente y una aspiración sensible para que el Puerto de la Cruz no siga languideciendo, es positivo.
Y como que ya habrá tiempo para interpretar las connotaciones de esta convocatoria que circula entre internautas a los que mueve su amor al Puerto, a una ciudad a la que no quieren ver postergada ni impregnada de enconos. La quieren más emprendedora y más creativa, acaso porque son conscientes de que el pasado esplendoroso no va a volver pero construir un porvenir esperanzador -entre todos- sí que es posible.
En Martiánez es la cita. Es como si los versos de Padrón Acosta dedicados a la playa, aquellos ‘festones de raso’, recobraran una vigencia inusitada: “¡Juguemos otra vez!”.
Suerte.
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