jueves, 4 de noviembre de 2010

LA OPCIÓN QUE FALTA

¿Qué falta por ver en la política canaria? Tanto quienes están al día o hacen un mínimo seguimiento de su evolución como aquellos para los que ya se agotó su capacidad de asombro y han engrosado las filas de los escépticos, de los pasotas y de los abstencionistas, tienen en una hipotética alianza PSOE-PP, a imagen y semejanza de Euzkadi, una fácil respuesta. Porque la otra, un gobierno mayoritario de alguna de las opciones políticas, es improbable y hasta imposible, incluso para los más profanos de aquel Pacto de Medinaceli de principios de los años ochenta que establecía el principio de la triple paridad para dejar el terreno postelectoral muy pero que muy condicionado.

El caso es que después de una cuestión de confianza, perdida por el presidente Fernández (1988); después de una inefable moción de censura contra Jerónimo Saavedra (1993) perpetrada por su propio socio gubernamental, las antiguas Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC); tras el singular ‘dumping’ político hecho por el Partido Popular a raíz de las elecciones de 1995; tras la fractura de dos pactos de gobierno entre esta organización y Coalición Canaria (CC), uno por expulsión de los consejeros populares decretada por el recientemente fallecido Adán Martín y otro por salida voluntaria del vicepresidente José Manuel Soria y de los consejeros de su formación; tras haber vivido inenarrables episodios de incoherencia e incertidumbre, algunos de los cuales dejaron cadáveres políticos en el largo y tortuoso camino, el caso es que la penúltima crisis en la gobernabilidad de la Comunidad Autónoma de Canarias pone de relieve el posibilismo más insólito así como la permanente fragilidad de las costuras de aquélla.

Asistimos, en efecto, a un hecho que cualquier modelo de democracia madura no resistiría: ahora mismo, ejerce el gobierno monocolor el partido que quedó en tercera posición en la última consulta electoral (CC). Como lo leen: el tercero entre los apoyos de la soberanía popular es el que preside el ejecutivo y el que ocupa la práctica totalidad de sus consejerías o departamentos. Si preguntan cómo se las van a arreglar para que un principio elemental del funcionamiento del sistema democrático como es el de los respaldos parlamentarios se cumpla, no se preocupen: ya se las compondrán para evitar trances de votación delicados. Total, entre festivos y vacaciones, quedan poco más de cien días de legislatura y apenas cuatro o cinco sesiones plenarias, excluida la de aprobación de los Presupuestos Generales que, salvo sobresalto mayúsculo, está salvada.

Y este escenario, naturalmente, deja al desnudo, entre otras cosas, la falta de calidad democrática. Es normal, pues, que un partido extraparlamentario, Nueva Canarias (NC), pida que el presidente se someta a una cuestión de confianza y que desde la bancada socialista de la oposición se fuerce la convocatoria de un pleno extraordinario para que el presidente explique, al menos, qué espera poder hacer en los meses que restan hasta mayo del año próximo. Siquiera para guardar las formas, para que el decurso de la política se ajuste a las nociones elementales.

Pero es probable que nada de eso suceda. Y entonces, habrá que aguardar a junio, tras los comicios, para que en todos los análisis se lamente la injusticia del sistema electoral canario mientras gira el tiovivo de las negociaciones. Quienes aguarden por la posibilidad al principio señalada, el entendimiento entre PSOE y PP, apuntado días pasados por voces encaminadas a dar celos, se mantendrán a la espera de una opción, la que falta por vivir.

Si cuaja…
(Publicado en Tangentes, número 29, noviembre 2010)

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