jueves, 4 de septiembre de 2014

CAUTELAS MÁXIMAS Y RIGUROSAS

Nuevo réquiem por otro periodista decapitado. Aquel horror cuando el Estado Islámico (EI) acabó de forma tan cruel con James Foley se ha reeditado con Steven Sotloff, de 31 años, capturado en Siria en agosto de 2013. Es terrible. Porque la utilización como método propagandístico solo revela odio, venganza, inescrupulosidad, fanatismo… Una conceptuación macabra. No extrañe que mientras se abre el entretenimiento de la identificación de voces y el análisis de los detalles de la ejecución, y mientras el rosario de firmes declaraciones ocupe espacios dos o tres días, se esté fraguando otra decapitación. Demasiado elevado el precio de informar: pagar con la vida.
         De modo que no extrañe que estos horribles sucesos eleven la tensión y extremen las medidas de seguridad. El diálogo, la paz, la concordia siguen estando lejos y como el terror no conoce límites hay que prevenirse, hay que prepararse contra él. Cualquier acción es posible, se está fraguando donde menos se espere. Luego, los gobiernos de los países directamente amenazados redoblan sus planes y recursos para impedir acciones cuyos demoledores efectos ya se conocen. Los servicios de inteligencia, ciertamente, tienen mucho que hacer en circunstancias como las que condicionan estas fechas.
         Las instituciones y las organizaciones civiles se suman. Ahí tenemos el ejemplo del Manchester United cuyos dirigentes -seguro que impulsados por dichos servicios- tomaron la determinación de prohibir al acceso al “teatro de los sueños”, como así llaman a su estadio Old Trafford, de espectadores que lleven consigo tabletas y computadoras portátiles. Es una determinación que se encuadra en los planes se seguridad ya dispuestos en puertos y aeropuertos británicos. Los dirigentes han valorado los trastornos que significaría obligar a los espectadores a encender su unidad en el momento de entrar en el recinto, de modo que prefirieron señalar la prohibición y así evitar esas complicaciones. Recordemos que Old Trafford tienen capacidad para casi ochenta mil espectadores.
         Se reabre el debate, claro que sí: un paso atrás en las libertades. Pero los hechos, la información, el terrorismo desatado e incontrolable obligan a adoptar todas las cautelas. Lo de Manchester, probablemente, sea la mejor prueba.

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