lunes, 22 de septiembre de 2014

UN GRAN PACTO 'URBANOTURÍSTICO'

La solución no es sencilla, desde luego, pero algo habrá que hacer -principalmente en núcleos turísticos- con los inmuebles cerrados y las edificaciones vacías, con muchas casonas antiguas -algunas de ellas, de gran valor arquitectónico- cuya propiedad, por las razones que sea, no ha podido mantenerlas abiertas ni siquiera habitables. Los respectivos planes generales de ordenación, allí donde estén en vigor, y todo el conjunto normativo que contiene distintos niveles de protección, condicionan enormemente cualquier operación. Pero, entre tanto, las edificaciones se van deteriorando, tanto por fuera como por dentro. A medida que pasa el tiempo, se hace cada vez más costoso cualquier proyecto de viabilidad que pasa, naturalmente, por una apropiada restauración, y el aspecto antiestético -por no hablar del higiénico-sanitario- se va acentuando hasta constituir un visible impacto negativo.

El problema tiene otra vertiente con la denominada planta turística obsoleta, o sea, aquel conjunto de edificios de explotación hotelera y extrahotelera cuya construcción ha quedado probadamente desfasada de manera que algunos han cerrado o, si permanecen abiertos, tienen una oferta en clara posición de desventaja, seguro que a todas luces insuficiente para los niveles de exigencia de los turistas aunque éstos quieran gastarse lo menos posible.

¿Qué hacer entonces? A ver lo que dice el próximo mes de octubre, en Tenerife, el director general de la Sociedad de Tasación e ingeniero de minas por la Universidad Politécnica de Madrid, Juan Fernández-Aceytuno, autor, además, del libro Gestión en tiempos de crisis (Editorial Deusto, 2009). Porque después de su declaración, “La rehabilitación de la planta obsoleta es una salida para el sector inmobiliario”, la intervención de Fernández-Aceytuno en el Congreso de Hoteleros Españoles que organizan la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT) y la patronal tinerfeña del sector, ASHOTEL, es aguardada con mucho interés.

Cree el experto que es indispensable renovar el parque alojativo turístico anticuado; pero también el que engloba los edificios residenciales. Si esos son los propósitos, ello significa que hay que establecer las reglas del juego. Y no va a ser fácil. Primero, por los intereses en juego que pueden desencadenar una especulación inmobiliaria desconocida. Y segundo, porque por mucha flexibilidad que se pida a los responsables de las administraciones públicas competentes, deben estudiarse a fondo estudios rigurosos sobre posibilidades de expansión y crecimiento así como todas aquellas directivas de un Plan General de Ordenación (PGO) que tengan que ver con el modelo de municipio para intentar determinar si puede resistir la presión/carga derivada y si realmente es posible compatibilizar jurídicamente esa asimilación de usos residencial y turístico, de modo que la unidad de negocio se vea favorecida. Habría que diseñar y cumplir un gran pacto urbanoturístico.

El regreso a las ciudades de mucha gente, las más recientes tendencias de desplazamiento turístico y la oferta de ocio y tiempo libre en centros urbanos o destinos turísticos consolidados hacen que se requiera casas donde residir, “por lo que será necesario rehabilitar inmuebles antiguos”, según ha manifestado Fernández-Aceytuno.

Después de la crisis inmobiliaria, cuyas secuelas son fáciles de advertir en cualquier localidad de las islas, pero principalmente en aquellas que se desarrollaron casi sin orden ni concierto al calor del negocio fácil del turismo, el planteamiento que se anuncia es digno de estudio. Fijarse bien: estudiar, planificar, prever… De prosperar, en algunos casos, puede regularizar la oferta y resolver, de paso, algunas servidumbres ya expuestas. Pero si se toma como un incentivo bajo cuyo paraguas todo vale, mejor pensar en otra salida.



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