miércoles, 28 de enero de 2015

ELISEO IZQUIERDO, TODO POR EL PERIODISMO

La noria de la vida -y del periodismo- da tantos giros, algunos tan impensables, que se hace difícil aceptar que uno de ellos nos envuelve y nos sitúa en uno de esos trances que, además de servir para contrastar el paso del tiempo, nos coloca en una posición reflexiva que ojalá nos acerque a interpretar la dimensión humana y profesional de aquellas personas y de aquellos hechos que contribuyeron a apreciar mejor sus cualidades, a querer más el oficio y a cultivar, sin reserva, todo cuanto pueda enriquecerlo.


¡Quién iba a pensar -he aquí el giro- que en una noche invernal estaríamos glosando la personalidad de Eliseo Izquierdo Pérez! Hace cuarenta años, el aprendiz de periodista que tenía la dicha de vivir las emociones y los afanes de una redacción -tan plagada de romanticismo, como él mismo se ha encargado de subrayar- que se abría en aquellos días, le veía entrar con aquel aire de veterano que transmitía la intangible mezcla de experiencia y sabiduría que sugería la consulta inmediata.

Era la redacción de La Tarde, recién trasladada a Suárez Guerra, muy cerca de aquí, desde el callejón del Combate. Allí, donde conocimos por dentro el proceso de producción de un periódico, donde palpamos el nervio de la información y donde descubrimos los valores, el humor y las cuitas, de quienes atesoraban los activos periodísticos y ejercían de facto y de quienes querían abrirse paso en una esfera vocacional o hacer de aquella actividad exigente un medio de vida, allí saludábamos cada mañana a Eliseo Izquierdo Pérez, de vez en cuando embutido en el abrigo protector del frío lagunero y portador de un maletín donde guardaba cuidadosamente recortes y documentos.

Eliseo, además de hacer prácticamente a diario sus secciones, después de haber mantenido ‘Vida universitaria’ o ‘La Laguna, encrucijada’, corregía los originales de los aprendices, escritos a máquina, con tachaduras o borrones que hacían difícil la comprensión del linotipista. Porque hablamos del tiempo de las linotipias y del plomo, cuando le consultábamos algún dato o una acepción lexicográfica. Pese a que no le gustara el fútbol ni el deporte, ahí siempre estuvo atento para alguna precisión, para buscar un término adecuado y para que el trabajo, incluso el de la más simple colaboración, saliera como debía. Los aprendices quedábamos tranquilos, desde luego, si contábamos con las bendiciones de Izquierdo.

No le perdimos la pista cuando algunos emigramos a Diario de Avisos y La Tarde cerró sus puertas, perdida la batalla tecnológica. Eliseo seguía pegado a su otra gran pasión, el arte, allí en la Real Academia Canaria de Bellas Artes, que presidió durante dos cuatrienios, investigando, haciendo acopio de testimonios documentales y clasificando cuantas pruebas resultaran valiosas para cualquiera de los trabajos que en esa faceta habría de emprender.

Trabajos que desplegó como Numerario del Instituto de Estudios Canarios y como Numerario de Mérito de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, algunos de los cuales publicó en la prensa insular, independientemente de las intervenciones y ponencias en los congresos de las Reales Academias de Bellas Artes de España y de los textos en catálogos específicos y presentaciones de exposiciones artísticas. Eliseo Izquierdo se convirtió en el crítico por antonomasia, a quien aún quedaba tiempo para quemar las pestañas en busca de datos biográficos que diesen contenido a su extraordinaria obra Periodistas canarios, siglos XVIII a XX, con cinco mil entradas o voces canarias registradas, editada en tres tomos por el Gobierno de Canarias.

Como si de un exquisito aperitivo se tratare, leyó, por cierto, todo lo que había que leer para hacer la selección de los más sustanciosos “Picos de águilas”, escritos por el inolvidable Alfonso García-Ramos, editada por el Cabildo Insular de Tenerife en un singular tributo al periodista, escritor y político tinerfeño.

Ahora tiene otro empeño, el de la seudonimia en el periodismo canario, su empleo, su descubrimiento, su originalidad, esos dobleces a menudo descubiertos porque hay estilos y escrituras inconfundibles, aunque lleven otra firma.

Ha confesado Izquierdo recientemente, en el periódico El Día, donde también labró su obra, que ve el periodismo de nuestros días con más sombras que luces, lo cual no obsta para seguir creyendo, fundamentalmente, en su necesidad. De ahí la conclusión de Raúl Gorroño, autor de la entrevista, para titular: “En la medida que el periodismo es de calidad, la sociedad también lo es”.

Era como hacer suya aquella revelación del periodista y editor Joseph Pulitzer: “Estoy muy interesado en el progreso y avance del periodismo. Después de haber dejado parte de mi vida en ella, la recuerdo como una noble profesión de inigualable importancia por su influencia”.

Mucho trabajo, en definitiva, muchos méritos para que Eliseo Izquierdo Pérez reciba en esta fecha el premio ‘Patricio Estévanez’ como tributo a su ejemplar trayectoria profesional.

Recíbelo, compañero y amigo, como el testimonio de quienes hemos podido contrastar en el ejercicio periodístico que siempre hiciste con esmero, dedicación, rigor y respeto, es decir, las cualidades que seguro hoy recomendarías a quienes siguen en activo o se inician, persuadido de que con ellas habrá periodismo y sociedad de calidad.



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