Se cumplieron el pasado jueves cincuenta y seis años de la fundación del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias (IEHC), una de las pocas entidades que han sobrevivido en el Puerto de la Cruz cuyo nombre ha contribuido a proyectar, especialmente en los ámbitos socioculturales y educativos.
Más de medio siglo de activismo y de producción intelectual. Ese tiempo sabe mucho de penurias y de estrecheces de todo tipo, económicas y de espacio. De incomprensión y de insensibilidad. Sólo la perseverancia de sus dirigentes, cada cual con su estilo y con sus ideas, ha sustentado la continuidad y la superación de los desafíos.
En ese medio siglo, hay que consignar también los afanes por constituir un espacio de libertad, sobre todo cuando ésta anduvo proscrita. El Instituto acogió a creadores, a conferenciantes y artistas que allí pudieron expresarse sin necesidad de estridencias o de enconos. Como acogió también a estudiantes locales y del norte de la isla que, en los años difíciles, alumbraron una sección propia y fomentaron, por ejemplo, la actividad cinematográfica. Era hacer o decir cosas con valentía, una suerte de ágora donde las ideas fluían y donde las artes encontraron la posada que necesitaban para ser conocidas y admiradas.
Luego, con la recuperación de la democracia, la entidad habría de evolucionar dando respuestas a otros planteamientos que empezaban por la popularización y la apertura, en el bien entendido que descolgarse una especie de sambenito elitista que, sin querer, había adquirido. El proceso continúa: además de múltiples actividades y sobresaliente galería artística, ahí están las juntas generales anuales en una mañana de sábado para debatir balances, conocer y aprobar memorias de actividades. Un compromiso y una frescura colectiva que se agradece en los tiempos que corren, cuando hacer cultura y proyectarla sigue siendo tan complicado.
En el granado haber del IEHC, hay que consignar la apertura del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdhal (MACEW), ubicado en la Casa de la Aduana, el único inmueble de un singular conjunto arquitectónico del entorno del muelle pesquero que sobrevivió al desarrollismo y a la transformación urbanística del municipio. Los fondos pictóricos, parte de la riquísima pinacoteca del Instituto, han podido ser recuperados para darles vida expositiva en un marco adecuado.
Pero omitir la puntual conmemoración del 12 de octubre -en ellas han estado presentes Miguel Angel Asturias, Raymond Carr, Gabriel Jackson, Sergio Ramírez, Ruiz Giménez, Lázaro Carreter…- sería imperdonable, teniendo en cuenta que es de los pocos foros donde se dimensiona el significado cultural de la fecha.
Y mucho menos perdón tendría dejar de aludir al Curso de Español para Extranjeros que, en colaboración con la Universidad de La Laguna, se ha convertido en un clásico, es más, en el hijo predilecto del Instituto, medalla de oro de la ciudad, por cierto, en 1990. El curso es una aportación extraordinaria al acervo cultural e histórico, una rigurosa contribución a la universalización de la lengua de Cervantes. Hay que insistir en el empeño: declarar el Curso como Bien de Interés Cultural (BIC), de acuerdo con lo establecido en la vigente Ley de Patrimonio Histórico. Se trata de que tan valiosa aportación se vea respaldada, protegida y tutelada en disposiciones legales que innoven, cualifiquen y garanticen ediciones futuras.
Ahora mismo se está desarrollando su 54ª edición. Casi casi, la vida misma del Instituto, un timbre de orgullo para quienes los han sostenido.
Más de medio siglo de activismo y de producción intelectual. Ese tiempo sabe mucho de penurias y de estrecheces de todo tipo, económicas y de espacio. De incomprensión y de insensibilidad. Sólo la perseverancia de sus dirigentes, cada cual con su estilo y con sus ideas, ha sustentado la continuidad y la superación de los desafíos.
En ese medio siglo, hay que consignar también los afanes por constituir un espacio de libertad, sobre todo cuando ésta anduvo proscrita. El Instituto acogió a creadores, a conferenciantes y artistas que allí pudieron expresarse sin necesidad de estridencias o de enconos. Como acogió también a estudiantes locales y del norte de la isla que, en los años difíciles, alumbraron una sección propia y fomentaron, por ejemplo, la actividad cinematográfica. Era hacer o decir cosas con valentía, una suerte de ágora donde las ideas fluían y donde las artes encontraron la posada que necesitaban para ser conocidas y admiradas.
Luego, con la recuperación de la democracia, la entidad habría de evolucionar dando respuestas a otros planteamientos que empezaban por la popularización y la apertura, en el bien entendido que descolgarse una especie de sambenito elitista que, sin querer, había adquirido. El proceso continúa: además de múltiples actividades y sobresaliente galería artística, ahí están las juntas generales anuales en una mañana de sábado para debatir balances, conocer y aprobar memorias de actividades. Un compromiso y una frescura colectiva que se agradece en los tiempos que corren, cuando hacer cultura y proyectarla sigue siendo tan complicado.
En el granado haber del IEHC, hay que consignar la apertura del Museo de Arte Contemporáneo Eduardo Westerdhal (MACEW), ubicado en la Casa de la Aduana, el único inmueble de un singular conjunto arquitectónico del entorno del muelle pesquero que sobrevivió al desarrollismo y a la transformación urbanística del municipio. Los fondos pictóricos, parte de la riquísima pinacoteca del Instituto, han podido ser recuperados para darles vida expositiva en un marco adecuado.
Pero omitir la puntual conmemoración del 12 de octubre -en ellas han estado presentes Miguel Angel Asturias, Raymond Carr, Gabriel Jackson, Sergio Ramírez, Ruiz Giménez, Lázaro Carreter…- sería imperdonable, teniendo en cuenta que es de los pocos foros donde se dimensiona el significado cultural de la fecha.
Y mucho menos perdón tendría dejar de aludir al Curso de Español para Extranjeros que, en colaboración con la Universidad de La Laguna, se ha convertido en un clásico, es más, en el hijo predilecto del Instituto, medalla de oro de la ciudad, por cierto, en 1990. El curso es una aportación extraordinaria al acervo cultural e histórico, una rigurosa contribución a la universalización de la lengua de Cervantes. Hay que insistir en el empeño: declarar el Curso como Bien de Interés Cultural (BIC), de acuerdo con lo establecido en la vigente Ley de Patrimonio Histórico. Se trata de que tan valiosa aportación se vea respaldada, protegida y tutelada en disposiciones legales que innoven, cualifiquen y garanticen ediciones futuras.
Ahora mismo se está desarrollando su 54ª edición. Casi casi, la vida misma del Instituto, un timbre de orgullo para quienes los han sostenido.
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