Le debíamos esta semblanza a José Expósito González, a Pepe Expósito, que pasó a engrosar las clases pasivas, o sea, se jubiló hace unos meses.
Expósito fue concejal del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz durante cinco mandatos, si no salen mal las cuentas. Por tanto, puede que ostentara un récord de estancia edilicia: al menos, el concejal socialista que más tiempo ejerciera ese cargo.
Tan sólo ese hecho le hace acreedor de respeto y de reconocimiento pero son su misma trayectoria y su personalidad las que inspiran este testimonio también impregnado de gratitud.
Pepe es el modelo de auténtico concejal de pueblo. Es decir, el obrero hecho a sí mismo, el dirigente vecinal comprometido con los suyos, con su barrio, el hombre que accede a política porque unos amigos ven en él una cierta capacidad para encabezar, porque sus ideas concuerdan con la justicia y la superación de las desigualdades, porque, en definitiva, hay un líder…
Y así se incorporó, allá por 1983, a la política que entonces ilusionaba y motivaba a tantas personas que querían ser útiles a su pueblo. Había atesorado hasta entonces una cierta experiencia como elemento activo de lo se denominaba movimiento vecinal. En San Felipe-El Tejar, en efecto, trabajó denodadamente por el barrio, por las mejoras que años más tarde, ya como concejal, tendría ocasión de impulsar y materializar.
Esa etapa vecinal le enorgullecía, siempre lo confesó. Y de ella jamás se alejó, hasta el punto de asistir con desconsuelo y desazón a la galopante decadencia de las organizaciones vecinales. Hubo un tiempo en que se rebeló, propició fórmulas (como aquella Federación de la que nunca más se supo) y hasta se involucró en las modernas redes de ciudadanía que vendrían, de alguna forma, a sustituir las devaluadas y mortecinas asociaciones de vecinos. Le apasionaba, en fin, la participación ciudadana y en ella se afanó mientras anduvo en el Ayuntamiento.
En el mandato 1999-2003 se lo tomó muy en serio al asumir la responsabilidad de los servicios comunitarios. Los dirigió con eficiencia. Con tanta que, paradójicamente, un sindicato llegó a pedir su cese. Lejos de arredrarse, Expósito siguió trabajando y demostró con creces que no había razones fundamentadas para aquella petición de destitución. Con qué satisfacción regresó una vez de Madrid tras acompañarnos a recoger la distinción que habían concedido a la ciudad en reconocimiento a la calidad de las prestaciones de los servicios y a las iniciativas de su área.
Pepe era autoexigente y autocrítico. Se levantaba de madrugada, revisaba personalmente los trabajos de los distintos servicios municipales. Cuando tenía que serlo, era vehemente en los debates, públicos e internos, pero disciplinado y mesurado, muy ajustado a sus convicciones.
En ocasiones, era muy ocurrente. Por ejemplo, repetía una frase que definía su temperamento: “Yo no soy más que un burro con calzones”. Y otra exclamación, dirigida a un adversario político y dicha en una sesión plenaria, que se hizo célebre:
-Me parece que tienes más melodía que Machín.
Al finalizar su actividad pública, volvió su empresa, retornó a su trabajo. Volvió a civil. Lo hizo en silencio, con humildad, consciente de que debía reciclarse. Y dando un ejemplo de coherencia a tantas y tantas personas, a tantos y tantos cargos públicos. Cuatro años después, ya en el umbral de los sesenta, puso punto final a su vida laboral activa.
Su esposa, sus hijos y sus nietos, a quienes jamás descuidó pese a sus ocupaciones públicas, pueden sentirse orgullosos de su entrega y de su comportamiento.
Gracias, compañero y amigo. Te debíamos esta glosa.
Expósito fue concejal del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz durante cinco mandatos, si no salen mal las cuentas. Por tanto, puede que ostentara un récord de estancia edilicia: al menos, el concejal socialista que más tiempo ejerciera ese cargo.
Tan sólo ese hecho le hace acreedor de respeto y de reconocimiento pero son su misma trayectoria y su personalidad las que inspiran este testimonio también impregnado de gratitud.
Pepe es el modelo de auténtico concejal de pueblo. Es decir, el obrero hecho a sí mismo, el dirigente vecinal comprometido con los suyos, con su barrio, el hombre que accede a política porque unos amigos ven en él una cierta capacidad para encabezar, porque sus ideas concuerdan con la justicia y la superación de las desigualdades, porque, en definitiva, hay un líder…
Y así se incorporó, allá por 1983, a la política que entonces ilusionaba y motivaba a tantas personas que querían ser útiles a su pueblo. Había atesorado hasta entonces una cierta experiencia como elemento activo de lo se denominaba movimiento vecinal. En San Felipe-El Tejar, en efecto, trabajó denodadamente por el barrio, por las mejoras que años más tarde, ya como concejal, tendría ocasión de impulsar y materializar.
Esa etapa vecinal le enorgullecía, siempre lo confesó. Y de ella jamás se alejó, hasta el punto de asistir con desconsuelo y desazón a la galopante decadencia de las organizaciones vecinales. Hubo un tiempo en que se rebeló, propició fórmulas (como aquella Federación de la que nunca más se supo) y hasta se involucró en las modernas redes de ciudadanía que vendrían, de alguna forma, a sustituir las devaluadas y mortecinas asociaciones de vecinos. Le apasionaba, en fin, la participación ciudadana y en ella se afanó mientras anduvo en el Ayuntamiento.
En el mandato 1999-2003 se lo tomó muy en serio al asumir la responsabilidad de los servicios comunitarios. Los dirigió con eficiencia. Con tanta que, paradójicamente, un sindicato llegó a pedir su cese. Lejos de arredrarse, Expósito siguió trabajando y demostró con creces que no había razones fundamentadas para aquella petición de destitución. Con qué satisfacción regresó una vez de Madrid tras acompañarnos a recoger la distinción que habían concedido a la ciudad en reconocimiento a la calidad de las prestaciones de los servicios y a las iniciativas de su área.
Pepe era autoexigente y autocrítico. Se levantaba de madrugada, revisaba personalmente los trabajos de los distintos servicios municipales. Cuando tenía que serlo, era vehemente en los debates, públicos e internos, pero disciplinado y mesurado, muy ajustado a sus convicciones.
En ocasiones, era muy ocurrente. Por ejemplo, repetía una frase que definía su temperamento: “Yo no soy más que un burro con calzones”. Y otra exclamación, dirigida a un adversario político y dicha en una sesión plenaria, que se hizo célebre:
-Me parece que tienes más melodía que Machín.
Al finalizar su actividad pública, volvió su empresa, retornó a su trabajo. Volvió a civil. Lo hizo en silencio, con humildad, consciente de que debía reciclarse. Y dando un ejemplo de coherencia a tantas y tantas personas, a tantos y tantos cargos públicos. Cuatro años después, ya en el umbral de los sesenta, puso punto final a su vida laboral activa.
Su esposa, sus hijos y sus nietos, a quienes jamás descuidó pese a sus ocupaciones públicas, pueden sentirse orgullosos de su entrega y de su comportamiento.
Gracias, compañero y amigo. Te debíamos esta glosa.
1 comentario:
Es cierto, a José Expósito González, a Pepe, el Puerto de la Cruz en general y el barrio San Felipe-El Tejar en particular le debían esta glosa; y quién mejor que tú, Salvador, podría hacerla. Yo, como muchas personas más que hemos tenido el placer de conocerlo, sabemos que es merecedor de esta semblanza; no tanto por su labor como concejal, que como bien dice Salvador, ‘trabajó denodadamente por el barrio’, sino como persona, compañero o amigo de todos.
Mis mejores deseos para tu nuevo estatus, Pepe.
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