viernes, 27 de febrero de 2009

VALENTIA, SÍ, PERO...

El problema, Emilio, es que no puede ser.
Lo comprendemos todos, no hacemos cargo, se entiende tu reacción... Pero no puede ser.
La democracia es así de grande y generosa. Abusan de ella, vaya que sí abusan. Fíjate bien: los mismos que no condenan atentados, son insensibles o se mofan cuando ocurre alguna desgracia que hata cuesta vidas, son los que luego pegan carteles hablando de agresión fascista o se manifiestan por las calles pidiendo no sabemos qué justicia.
Pero es el Estado de derecho el que tiene que regular: la Ley, los códigos, los tribunales, los procedimientos... Otra cosa es que deba funcionar mejor. Pero es el Estado de derecho, es la Constitución, la que suprimió los tribunales de honor y la que no ampara la justicia por su mano.
El problema, Emilio, es que no puede ser.
Las imágenes son rotundas: Emilio Gutiérrez, en Lazkano, mazo en la mano, rompiendo lo que el instinto le alumbraba en una taberna abertzale. Y la Ertzaintza que aparece al instante.
Era la reacción de alguien a quien habían destruido la vivienda, seguro que con gran esfuerzo obtenida, personal y familiar.
Como no es habitual, a todos llamó la atención: en solitario, a pleno día, a rostro descubierto... Y todos pensamos en el arrojo y en la valentía. Y seguro que en todos despertó inicialmente un sentimiento de solidaridad y de admiración.
Pero no, Emilio, no puede ser.
Estamos seguros de que jamás un delito, el tuyo, el que han podido ver España y el mundo entero, ha concentrado tantas eximentes. Pero no es ese el camino de la solución.
Hay otro más largo y tortuoso, costoso hasta el límite de vidas humanas, pero es el que están transitando la sociedad vasca y el Estado de derecho para ganar, para acabar con la violencia y el terror, para disfrutar la libertad y convivir sin ciertas lacras.
El hecho, en cualquier caso, es una inflexión. Pase lo que pase, será recordado eternamente.

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