Así de rotunda lo ha afirmado Carmen Guaita, filósofa, maestra, secretaria de comunicación de un sindicato de profesores de educación y autora de un libro recientemente aparecido (Contigo aprendí), con lo que refresca un viejo debate, otrora caracterizado por tintes moralistas y ahora, cuando tantas opciones hay tantas facilidades se brindan, validado para repasar algunos patrones por los que se guían, sin muchos escrúpulos, editores y responsables de contenidos. Con tal de la audiencia, todo vale. Y no es así.
Que los niños o menores de edad sean espectadores, malo. Pero mucho peor es que participen en algunos programas (también de televisiones locales) donde escuchar insultos, descalificaciones y términos soeces es moneda corriente.
Guaita llega hasta el límite: se muestra partidaria de prohibir la visualización de algunos programas -es un término delicado en la sociedad de nuestros días, pero...- y hace responsables a los padres que son quienes deben controlar usos domésticos, horarios... y el mando, el famoso mando a distancia. Hay una ración, por supuesto, para los medios de comunicación pues "los índices de audiencia no se pueden alcanzar a costa de mensajes negativos y completamente destructivos".
Diagnosticado el mal, la profesora Guaita aporta su alternativa: "Recuperar valores guardados con naftalina durante muchos años". La amistad, la generosidad, el respeto, la responsabilidad, la laboriosidad y la cultura del esfuerzo son algunos de esos valores, los que han cedido ante la agresividad, la violencia, la desmotivación, el consumo indiscriminado o la tenencia de estupefacientes. Muchos de estos factores generan la pérdida de autoestima y el fracaso escolar, por supuesto, de modo que se hace necesario insistir: hay que inculcar los valores que hagan de la vida de niños y adolescentes un proyecto que se construye día a día.
Padres, manos a la obra. Pero no sólo ellos. Propietarios de medios, editores, programadores, directores, conductores: a trabajar con seriedad, sin hipocresías ni fariseísmos, renunciando a contenidos claramente nocivos.
A demostrar de una vez que la televisión ha de servir también para formar.
Si no, los alimentos caducados seguirán imponiéndose triste y peligrosamente.
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