sábado, 28 de febrero de 2009

EL BOTANICO, DE LA NOSTALGIA A LA AMPLIACION

Es una joya, es lo que quisiera tener cualquier alcalde en su municipio.
Uno lo recuerda como aquel lugar exótico y llamativo, casi el único al que excursionar durante los años de adolescencia y juventud. “Vayan con cuidado, que esa carretera es muy peligrosa y los coches pasan volando”, aconsejaban quienes intentaban disuadir de la visita recurrente. A ver el árbol de Tarzán. Y a juguetear con los pavos reales. A gozar de la frondosidad y del olor a verde. Aquel fue el escenario, además, de alguna clase de ciencias naturales en el bachillerato.
El Botánico, siempre el Botánico. La auténtica denominación, la que aún conserva es el Jardín de Aclimatación de La Orotava. Es el segundo en antigüedad de toda España. Sus orígenes hay que situarlos en el reinado de Carlos III, fruto de las actividades desarrolladas durante la Ilustración o el Siglo de las luces. La finalidad científica era muy clara, según el interesantísimo trabajo histórico elaborado por Arnoldo Santos Guerra, jefe de la Unidad de Botánica de este singular recinto: la Corona deseaba contar con un lugar donde poder sembrar las plantas de mayor interés existentes en las colonias de Filipinas y América, tratando de conseguir su aclimatación a condiciones más frías que permitieran su posterior traslado a Madrid y a los jardines reales de Aranjuez.
El profesor Santos aporta otros datos de la gestación del Jardín. La Real Orden para su establecimiento fue firmada en el palacio de La Granja (Segovia), como resultado de las gestiones hechas por Alonso de Nava y Grimón, apoyadas por el ministro de Justicia, Porlier Sopranis. Al fallecimiento de Carlos III, la memoria y los planos de los que se disponía fueron remitidos por Nava a la Corte para el emplazamiento definitivo y la construcción del Jardín, hasta que fueron aprobados por el sucesor, el Rey Carlos IV.
El Botánico ha sido un recurso sorprendentemente olvidado, excluido en otros tiempos hasta de las promociones turísticas. Recuerdo haberlo reivindicado en ocasión de una convocatoria científico-didáctica que llevó a cabo la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, cuando pudimos dar las primeras noticias del proyecto de ampliación que habíamos impulsado desde la alcaldía (1999-2003), iniciativa que mereció el respaldo de Manuel Fernández Galván, un excelente director general de la Consejería de Agricultura y Pesca del Gobierno de Canarias.
Con él, trabajamos sobre el primer proyecto, logramos consignación presupuestaria en las cuentas generales de la Comunidad Autónoma y asistimos a los primeros movimientos de tierras y acopio de materiales. Parecía que lo más difícil, desbloquear y poner en marcha una ambiciosa actuación, estaba logrado. Lamentablemente, las obras quedaron interrumpidas en el siguiente mandato.

La broma de don Juan Carlos

Hay una anécdota que contar sobre el espacio destinado a la ampliación, durante unos cuantos años utilizado como recinto deportivo en el que la Administración competente, con buen criterio, jamás dejó construir, razón por la cual hubo que recurrir a un vestuario ambulante que, si mal no recordamos, llegó a ser criticado por José María García cuando éste andaba por Antena 3 Radio.
Ocurrió en 1985, el año de la inauguración de las instalaciones del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), hecho que congregó a representantes de las casa reales europeas y varios jefes de Estado. Los terrenos fueron acondicionados -se hizo una siembra de césped en un tiempo récord- para que allí aterrizaran los helicópteros que habrían de trasladar a las personalidades al hotel de alojamiento (el Botánico, en concreto) y a los recintos del Astrofísico.
Cuando llegó el helicóptero de los Reyes de España, las aspas produjeron tal ventolera y levantaron tal polvareda que hubo miembros de la corporación municipal que tuvieron que agarrarse de unos mástiles allí instalados en tanto que las señoras agarraban sus falas y trajes. Una bandera nacional se desprendió y salió en volandas. Duró poco pero la situación debió ser muy cómica, porque don Juan Carlos y doña Sofía bajaron muy sonrientes y cuando saludaban a las autoridades locales, don Juan Carlos bromeó sin reservas:
-Desde el aire se os veía muy apurados, ¡eh!

Proyección científica y turística

Parece que la ampliación es una realidad y sólo hay que congratularse. En su día, cuando la reivindicación aludida, nos propusimos que el Jardín Botánico se convirtiera en un recurso de primer orden y que la ampliación habría de servir precisamente para eso. Argumentamos una doble proyección: la científica y la turística.
La primera, con un formidable campo para proseguir las investigaciones, para profundizar en estudios sobre la biodiversidad y para analizar -se empezaba a hablar de ello entonces- la evolución del cambio climático. Con instalaciones apropiadas, desde el renovado Jardín se habría de contribuir decisivamente a esos fines.
Y en cuanto a la turística, es evidente que el recinto constituye un reclamo para cualquier visitante y por tanto se convierte en un elemento sustantivo de la oferta que haga el municipio allí donde quiera que se promocione.
El Jardín Botánico, en fin, esa joya que precisa de un pulido. Y que cuando concluya la ampliación de la que es objeto, lucirá en todo su esplendor.

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