Nueva era para Euzkadi. Primer presidente, primer lehendakari no nacionalista en Ajuria Enea. Es un hecho político relevante. El País Vasco tan singular, tan castigado, tan difícil de entender, inicia un ciclo político no ya con protagonistas diferentes sino con modos que deben ser distintos. Es una experiencia extraordinaria en unas coordenadas que hasta ahora han tenido unos trazos complicados.
Pero se ha roto la hegemonía -ésta sí que era una hegemonía- de los nacionalistas y con ello, un modo de hacer política. Y ahí es dónde empieza lo extraordinario: ¿cómo van a desarrollarse las cosas a partir de este momento en un territorio donde hábitos y usos sociales han estado muy condicionados por quienes han detentado la gobernabilidad desde que las autonomías cobraron carta de naturaleza?
Son los partidos allí llamados españolistas los que se han puesto de acuerdo. Era evidente que ahora o nunca. Quieren imprimir un cambio, quieren unir a la sociedad y superar la división. La prioridad, en cualquier caso, se denomina acabar con ETA. Parece al alcance.
Es una nueva etapa en la que todos debemos estar muy atentos. No sólo porque la pacificación es posible sino porque los resultados de la experiencia interesan en todos lados. A los nacionalistas de otras comunidades, los primeros. Acaban de comprobar cómo ese siempre difícil entendimiento entre socialistas y populares les puede dejar fuera del poder. Serán los nacionalistas, desde luego, los primeros interesados en que el experimento fracase pero ahora en la oposición es donde habrán de acreditar su sentido de la responsabilidad.
De momento, Ibarretxe es la primera víctima. Ha dicho adiós -literalmente- después de haber vivido muchas convulsiones. Ha entendido que su ciclo ha terminado y que en esta nueva etapa es mejor quedarse fuera. Es como si quisiera que no hubiera ataduras. Es probable que su electorado no lo entienda y que una parte de la ciudadanía se lo reproche pero tal decisión, sin conocer otras interioridades que la puedan haber impulsado, es respetable. Y comprensible desde algunos ángulos.
Lehendakari López: suena bien. Pero mejor suenan algunas palabras de su discurso de investidura: "A mi Gobierno le gusta la pluralidad y renuncia a imponer desde las instituciones nun modelo oficial; renunciamos a imponer nuestra forma de entender la realidad...". Que no quede en declaración de intenciones, que se plasme tal intención en el funcionamiento del edificio institucional y en la convivencia misma de los vascos.
Las presiones y las sacudidas estarán ahí. Habrá momentos difíciles y complicados. Seguro que la resistencia a cambios en esos hábitos y usos a los que hemos aludido será notable. Y es ahí donde la cintura política y la persuasión deben hacer acto de aparición para que la nueva era se desarrolle de la forma más normal y para que la intolerancia y los radicalismos queden fuera de combate.
Es posible.
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