sábado, 2 de mayo de 2009

EL DIA DE LAS CRUCES

Las cruces son al Puerto lo que las alfombras de flores a La Orotava.
Elementos distintivos, la motivación de un pueblo, el cultivo de las tradiciones. El arte, el esmero, la superación, la ornamentación, la sofisticación… Aunque sea un tópico: el amor por la obra bien hecha.
Cualquiera de sus modalidades: de capilla, interiores o de fachada exterior. Ahí están, dispuestas como cada mayo, para ser engalanadas, para lucir armoniosas combinaciones florales y para ser contempladas durante unas fechas con respeto y admiración. Si Juan del Castillo se refirió al lenguaje de los pétalos para definir lo que la Villa habla en su Corpus alfombrado, en el Puerto se desgrana una singular sensación creativa ante unos de los símbolos principales de la Humanidad.
“¡Qué bonita está!”, la frase más repetida desde las vísperas del 3 de mayo, la fecha de la fundación de la ciudad, exaltada y popularizada de otra forma desde la recuperación de los ayuntamientos democráticos.
Es en las vísperas, mientras los poseedores de las cruces o los cuidadores están en plena faena, “hacer la Cruz”, cuando cobra carta de naturaleza otra costumbre local: recorrer la ciudad y visitar las cruces. Las cruces del Puerto. Detenerse unos minutos, comentar, comparar, orar y seguir.
Luego, el día de la festividad propiamente dicha, cuando ya lucen, cuando se ha terminado de enramar, o cuando se dan los retoques finales o se acomoda la última flor, el último adorno, quienes prefieren ver la obra acabada, tienen opción en la mañana radiante o en la tarde que invita al paseo.
Desde Cuaco a Las Maretas y El Peñón, pasando por Las Lonjas y Cruz Verde, desde Cruz del Rayo a Calle Nueva, desde Ñuñú a La Unión, el recorrido, por los cuatro puntos cardinales del municipio, está lleno de reclamos. Hubo un tiempo en que para estimular el quehacer, fue convocado un concurso: estaba condenado a su desaparición, no hacía falta, los portuenses competían en noble y desinteresada lid.
Es la fecha del arte y de los fuegos artificiales. La plateada Cruz de la fundación sale en procesión. Hasta hace unos pocos años, había un prioste (mayordomo de una hermandad o cofradía) que representaba a una familia de la localidad que, alternativamente, organizaba la celebración y ofrecía un ágape al terminar el recorrido procesional. En la sacristía de la Peña de Francia hay que firmar el libro de actas en presencia del párroco. Un año, cuando las familias empezaron a mostrarse renuentes y proclives a la retirada, hubimos de improvisar el papel de prioste que encarnó el entonces alcalde, Félix Real. Después, nos correspondió el mismo papel en ocasión de la conmemoración del 350 aniversario de la fundación de la ciudad.
Este día, el Puerto hace honor a su nombre. Personas de toda condición social, de todas las edades, se afanan y miman algo suyo. Continúan la tradición y transmiten sus valores a las generaciones más jóvenes que no parecen, por cierto, muy atraídas por la causa.
Porque, qué bueno es identificarse con los propios valores y hacer suyas, de verdad, con arte, las cosas que distinguen a un pueblo.
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Bárbara escribió:
"Como buen hijo del Puerto de la Cruz, percibo a travès de tus palabras la pasiòn que sientes por èste rincòn del mundo. Sus tradiciònes, sus gentes...sì , lo noto.
Un rincòn como pocos quedan, enclavados en uno de los paisajes màs hermosos del planeta, fàcil de amar, de enamorarse de todo lo que le rodea, de su historia, sus comienzos, su olor a brisa marina...
Aunque hija adoptiva yo tambien amo èste pedacito de paraìso, al que he visto transformarse desde niña.
No necesitamos ìr a nungùn sitio porque aquì si se cuidara mejor lo que tenemos...
Ciertamente describes la vispera de èsta fiesta tal como es. Me has hecho pasear mentalmente por èsos puntos importantes que con tanta devociòn los vecinos de sus calles adornan, segùn seguìa la lectura de tus letras.
No perdamos èsa herencia...
Gracias por deleitarme con tu lectura".

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