Le pude conocer gracias a Juan Cruz Ruiz, en Madrid, después de una actuación que ofreció en el teatro "Alfil" de Madrid, junto a su paisano cantante, Daniel Viglietti.
Mario recitaba sus versos y Daniel cantaba y rasgaba su guitarra, en perfecta armonia, bien secuenciada. Cada poema, cada canción tenían su razón de ser, encajaban. Era la poesía de la libertad y también del compromiso, de las ansias, de la amistad, de la sana rebeldía, de la cotidianeidad. Era el canto permanentemente motivado de esperanza. Y hasta trufado de humor, que el público rubricaba con una risa respetuosa. Meses después compraría el CD que registra aquella actuación. Inolvidable.
Su palabra, la palabra de Mario, impresionaba. Pero mucho más, su mirada. Aquella mirada límpida, la mirada de un hombre bueno en la que adivinas de inmediato su humildad, su sencillez, su talento... Las adversidades jamás doblegaron su pasión creativa. Aquella pasión tejida en cada página, en cada cuento, en cada verso.
Me había quedado con esa mirada que luego, un tiempo después, tuve la inmensa fortuna de ver reproducida. Fue en el sur de Tenerife, en una noche mágica y calurosa, como si se hubiera interrumpido "el espantoso ritmo de las cosas", una de sus figuras poéticas. Otra breve conversación, el recuerdo de aquel recital. Mario seguía mirando igual. "Mirar y de mirar nunca se cansan", dice uno de sus versos. Impresionaba hasta su modesta vestimenta. Aquella carita de viejo sano, proclive a la sonrisa permanente, al gesto siempre constructivo que inspira y transmite confianza. Era de esos rostros que inspira a uno la frase siguiente: "Es de los que no se debería morir nunca".
"Le admiro", pude decirle mientras le acompañaba a la habitación de su hotel.
"Gracias, no es para tanto", replicó con toda la humildad que uno ya había adivinado.
Mario Benedetti ha cerrado los ojos. "El pobre mundo seguirá rodando", escribió en Montevideo el pasado año. Pero los que aquí nos quedamos, aún en la oscuridad en la que tan bien se desenvolvió el escritor, tenemos la opción de redoblar nuestra admiración.
A esta hora de la mañana, cuando la luz del día vuelve a alumbrar, su voz, junto a la de Joan Manuel Serrat, suena estimulante. Pinchar en:
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