Un abogado conocido por sus apellidos, Rodríguez Menéndez, y por sus estrafalarias actuaciones, profesionales y personales, suelta en directo, en pleno programa, de pie y en actitud desafiante, dirigiéndose al presentador:
-¿Qué se cree el hijo de puta éste?
Jordi González se hizo el desentendido, como que no escuchó y siguió con su cometido. No se dio por aludido, no replicó, como para no dar más opción a quien profiriendo insultos de este tipo parecía provocar para encontrar un pretexto y abandonar el plató.
Penoso. Sencillamente, deplorable.
No es que la expresión escandalice. Dentro de la cantidad de barbaridades que se acumulan a diario en algunos canales televisivos, esa podría pasar como una más. Pero teniéndola como de las mayúsculas en el lenguaje cotidiano, siendo uno de los insultos más recurrentes en refriegas dialécticas y rifirrafes, en reacciones de disgusto o discrepancia, en un espacio televisivo suena tan mal que es inevitable reprobar y condenar a quien la profirió... y a quien tuvo que aguantarla, digamos que por exigencias del contrato... y de la audiencia.
Este ha sido el problema, cada vez más grave en algunos medios de comunicación: dar pábulo a personajes cuyo comportamiento deja mucho que desear, a personajes vinculados al enredo y a las malas artes, aún actuando, supuestamente, en defensa de derechos. Y encima, dar cancha a elementos de esta calaña por negocio. Así resulta que éste prima sobre cualquier otra consideración deontológica.
La conclusión es fácil: vale todo. Di lo que quieras, haz lo que quieras, insulta como puedas y donde te plazca, así haya catorce cámaras, así el presentador ponga cará de póquer en algún momento, así tenga que contar éste hasta diez interiormente para no devolver las lindezas dialécticas o reaccionar de otra manera.
Y en el vale todo, asistimos a episodios como el que comentamos. Un abogado llama en directo hijo de puta al presentador de un programa de televisión y no ocurre nada. Es de pena. Y luego, en medio del fragor, alguien exhibe la elevada cuota de audiencia. Más pena todavía. Si es así como se sube, vaya cultura televisiva. Y de la otra.
De las cosas que se han registrado en la hisoria de la televisión de este país, nos ha parecido una de las más vergonzantes y repugnantes.
Cuanto peor, mejor. Ese aforismo, tristemente, se va imponiendo.
1 comentario:
La verdad es que es penoso el espectáculo que por la "audiencia" dan algunas cadenas. Y después hablamos de la Ranilla, de alta sociedad nuestras ranilleras de antañño comparadas con estos enegúmenos.
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