Quedaba pendiente desde hace unas semanas un comentario sobre el intento de concentración ciudadana (en el lenguaje más reciente, una quedada) promovido desde una red social por un grupo de personas que, al socaire de un espíritu quejoso, ha venido expresando su sensibilidad por los males que afectan al Puerto de la Cruz, por la desidia que suele apreciarse en algunas localizaciones de la geografía urbana y por la falta de iniciativa para remontar la situación.
Se hizo la convocatoria para un domingo en el sector de Martiánez. Fue aquella fecha en que el Gobierno de Canarias decretó, en las primeras horas de la tarde, la alerta roja por fenómeno meteorológico adverso. Aquello determinó la escasa asistencia. Algunos participantes en la red que tenían intención de asistir justificaron su ausencia por tal motivo, en tanto que algunos de los que acudieron, según cuentan, tenían sentimientos contrapuestos e impresiones variadas: primaba una cierta decepción por la reducida respuesta, motivada por esa adversidad climática y también porque en el Puerto es difícil que cuajen convocatorias de este tipo. Es difícil, decía alguien, dar la cara en esta ciudad pues parece que te están señalando y muchas personas como que se acobardan.
Lo cierto es que los resultados de la convocatoria no satisfacen. Que sirva lo ocurrido para probar que no basta la buena voluntad y que la espontaneidad que brota en la red se quiebra cuando ha de traducirse al mundo real, al ámbito portuense, siempre caracterizado por un cierto espíritu acomodaticio y donde la vida asociativa nunca fue distinguida.
Este tipo de manifestación, concentración, quedada o sentada precisa de una mejor organización. Y ésta pasa por dotarse de una mínima estructura que ponga en marcha los resortes de la participación a la que guía la noble idea, como era el caso, de expresar un sentimiento cívico: seamos menos abandonados, nos duele el pueblo, acabemos con la desidia, tomemos la iniciativa, no dejemos que este estado de cosas siga favoreciendo a los que quieren ver al Puerto hundido…
Así que no arrojen la toalla los promotores por tan magros resultados. Que tengan en cuenta todo lo ocurrido si es que quieren repetir la experiencia. Y nada de anónimos o de abstractos. La causa tiene la suficiente nobleza como para dar la cara sin el más mínimo temor. Habrán aprendido que si estas cosas no se hacen bien, con esos mínimos a los que hemos aludido, las consecuencias serán las contrarias de las pretendidas.
Lo importante es que la ciudadanía acredite que está viva y activa, que tiene ganas de participar, que siente a su pueblo y que se resiste a que siga languideciendo.
En conclusión: una sensibilidad, sí; pero se precisa otra respuesta.
Se hizo la convocatoria para un domingo en el sector de Martiánez. Fue aquella fecha en que el Gobierno de Canarias decretó, en las primeras horas de la tarde, la alerta roja por fenómeno meteorológico adverso. Aquello determinó la escasa asistencia. Algunos participantes en la red que tenían intención de asistir justificaron su ausencia por tal motivo, en tanto que algunos de los que acudieron, según cuentan, tenían sentimientos contrapuestos e impresiones variadas: primaba una cierta decepción por la reducida respuesta, motivada por esa adversidad climática y también porque en el Puerto es difícil que cuajen convocatorias de este tipo. Es difícil, decía alguien, dar la cara en esta ciudad pues parece que te están señalando y muchas personas como que se acobardan.
Lo cierto es que los resultados de la convocatoria no satisfacen. Que sirva lo ocurrido para probar que no basta la buena voluntad y que la espontaneidad que brota en la red se quiebra cuando ha de traducirse al mundo real, al ámbito portuense, siempre caracterizado por un cierto espíritu acomodaticio y donde la vida asociativa nunca fue distinguida.
Este tipo de manifestación, concentración, quedada o sentada precisa de una mejor organización. Y ésta pasa por dotarse de una mínima estructura que ponga en marcha los resortes de la participación a la que guía la noble idea, como era el caso, de expresar un sentimiento cívico: seamos menos abandonados, nos duele el pueblo, acabemos con la desidia, tomemos la iniciativa, no dejemos que este estado de cosas siga favoreciendo a los que quieren ver al Puerto hundido…
Así que no arrojen la toalla los promotores por tan magros resultados. Que tengan en cuenta todo lo ocurrido si es que quieren repetir la experiencia. Y nada de anónimos o de abstractos. La causa tiene la suficiente nobleza como para dar la cara sin el más mínimo temor. Habrán aprendido que si estas cosas no se hacen bien, con esos mínimos a los que hemos aludido, las consecuencias serán las contrarias de las pretendidas.
Lo importante es que la ciudadanía acredite que está viva y activa, que tiene ganas de participar, que siente a su pueblo y que se resiste a que siga languideciendo.
En conclusión: una sensibilidad, sí; pero se precisa otra respuesta.
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