martes, 10 de enero de 2012

DIEZ AÑOS SIN TELESFORO

Diez años se cumplen estos días de la muerte de Telesforo Bravo Expósito, eminente geólogo portuense, un naturalista excepcional, un sabio en toda la extensión de la palabra. Un estudioso del medio físico, el profesor al que todo importaba: las aves, los peces, los musgos, las rocas, las aguas, los árboles, las especies…
Diez años sin él, sin el hombre tranquilo que se opuso sin estridencias a la metamorfosis de la playa de Martiánez; el primer analista del erupción del Teneguía en 1971; quien transmitió a través de las ondas radiofónicas todo el sosiego que hacía falta en la madrugada de aquel 9 de mayo de 1989, la noche del seísmo en el norte tinerfeño; el experto en aguas subterráneas que puso a disposición de quien quisiera escucharle toda la experiencia acumulada en esa materia y en esas galerías; el excursionista que conocía su tierra palmo a palmo; el estudioso de los deslizamientos gravitacionales; el investigador de fósiles y restos arqueológicos; el intelectual humilde que dio lustre al Instituto de Estudios Canarios y al Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, donde contribuyó decisivamente a la consolidación del Curso de Español para Extranjeros; el científico admirado y respetado, distinguido y galardonado.
Diez años sin él, sin sus sabios consejos. Uno de ellos, en pleno ejercicio de la alcaldía: “No se te ocurra -vino a decir- nada del teleférico sobre el acantilado de Martiánez. Dudo que la geomorfología de la zona resista anclajes y movimientos regulares de presiones humanas y mecánicas”. No fueron necesarias más explicaciones.
Diez años sin sus pasos firmes y serenos, sin su mirada socarrona, sin su palabra pausada y sin sus doctas apreciaciones. Quedan su memoria, el reflejo de su quehacer en artículos y publicaciones, su obra y sus descubrimientos… Y, sobre todo, sus miles y miles de fotos y diapositivas, todas las que plasmó -a veces con gran riesgo, según contó- en sus viajes y en sus vivencias.
Fue un sabio.
Y hace diez años que no le tenemos.
En el Mar de las Calmas, desde luego, le echan de menos.

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