viernes, 27 de enero de 2012

INVOLUCIÓN

Circula en una red social un rótulo en el que puede leerse: "Los alemanes juzgaron a los nazis. Los argentinos juzgaron a los militares. Los islandeses juzgaron a los banqueros". En España, donde los vaivenes de la justicia acentúan el pesimismo derivado de la crisis y elevan el desconcierto del personal hasta niveles de escepticismo absoluto, juzgan al juez que investiga a los presuntos -y no culpables- corruptos y trata de saber dónde éstán, qué pasó con las víctimas del régimen preconstitucional. Así, observadores de organizaciones visitan el país y verifican sobre el terreno el estado de cosas y no salen de su asombro.

España y sus circunstancias. La España de charanga y pandereta.

Vaya racha: desde los jueces que emplean términos inapropiados para referirse no a justiciables sino a ciudadanos de carne y hueso a inculpados que reiteran insultos públicamente, totalizando, a los magistrados. Desde veredictos bajo ineluctable sospecha a anuncios ministeriales de reforma que son, en verdad, la contrarreforma. Y encima, algunos corifeos que hablan de revolución.

No, no: modificar la composición del Consejo General del Poder Judicial, el gobierno de los jueces, a base de mermar la soberanía popular residenciada en las Cortes, en el legislativo, es un retroceso cuyo lado más inquietante, desde luego, es consagrar el gremialismo, el corporativismo y, si nos apuran, hasta una casta.

Los mentores de la medida no se conforman con el respaldo popular, quieren más. Y así, lo que fue un pacto de respeto y de equilibrio, con sus defectos pero también con sus virtudes, salta hecho añicos. No es un retorno al futuro ni mucho menos. Es una involución.

Con razón anda la gente tan descolocada y tan escéptica, dándose cuenta, además, de que estas cosas se emplean para desviar la atención de otras más preocupantes y perentorias.

Claro, para eso se esfuerzan los corifeos en blanquear lo que hasta hace poco más de un mes eran el caos y las tinieblas.

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