miércoles, 25 de enero de 2012

UNA CASILLA PARA LA CIENCIA

El mismo dice que la casilla ni es jauja ni es la solución. "Es una propuesta desesperada para tiempos desesperados", afirma un joven profesor universitario, Francisco Javier Hernández, mentor de esta inicativa: que la ciencia tenga una casilla en la declaración del IRPF. Aclara que no va contra la Iglesia ni quiere que le quiten nada a nadie. Lo que quiere es que la ciencia, y en ella, la investigación, tenga una financiación estable en este país; que si ya está bien de derroches para otras cosas, la ciencia no puede quedar desamparada.


Esa financiación sólo puede provenir del Estado, de ahí que Hernández lo plantee en su blog con toda naturalidad y franqueza: "Se trata de que el estado asuma que la ciencia es importante. Al fin y al cabo, la ciencia no es un gasto, es una inversión", dice con rotundidad. Los datos abonan su planteamiento: actualmente, somos unos de los últimos países de la Unión Europea (UE) en volumen científico presupuestario, apenas el 1,36% del Producto Interior Bruto (PIB), en tanto la media europea supera el 2%.


La iniciativa sobresale en el maremágnum de la crisis. Una casilla para que los contribuyentes, voluntariamente, dediquen una parte de sus impuestos a investigación científica. En los tiempos que corren, es tan llamativa como viable. Es probable que agentes políticos la hagan suya y la conviertan en proposición normativa o siquiera en resolución congresual. Pero el mérito de Francisco Javier Hernández, que investiga la eficiencia energética de las neuronas, a la espera de que cuaje la idea, es indiscutible desde cualquier ángulo: desde la precariedad a la suficiencia, pasando por la necesidad.


Sin dinero estable no hay investigación. Sin investigación científica no hay avances. Sin avances no hay soluciones para la sociedad que las demanda.


Una casilla para la ciencia, tal como la promueven y tal es la realidad presente, tiene un significado relevante.


¡Gracias, profesor!

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