El rulo de la derecha. El
rodillo popular. El abuso de la mayoría. La mayoría absolutista. Se está
ganando a pulso el Partido Popular todos esos reproches para frenar iniciativas
de los grupos de oposición con el fin de tratar asuntos de distinta naturaleza
en sede parlamentaria, pero principalmente aquéllos que tengan que ver con el
esclarecimiento de la trama de financiación irregular del partido
gubernamental. Está así incumpliendo uno de los principios elementales del
parlamentarismo: luz y taquígrafos, esto es, claridad y constancia de lo que
está pasando para saber cuál es el alcance de lo sucedido y de las
determinaciones de responsabilidad. Y lo que es peor: con ese bloqueo, con esa sistemática
negativa, la formación conservadora –aunque le dé igual- echa por tierra todo
aquel discurso de favorecer la transparencia en la gestión de los asuntos
públicos. Esa pretendida Ley de Transparencia, Acceso a la información pública
y Buen gobierno, ¿tiene razón de ser, ofrecerá algún tipo de garantías con estos
antecedentes, o por el contrario, estamos ante un nuevo episodio de
incoherencias y nacerá desinflada?
No hace bien el PP estas
cosas. A la larga, no le son políticamente favorables. Nadie discute el uso de
tacticismos y recursos para proteger, en este caso, al presidente del Gobierno,
e impedir quedar en evidencia. El riesgo de incurrir en contradicciones, de no
saber salir de trances apurados y de una evolución desfavorable de un problema
político –nada menos que en sede parlamentaria- es clamoroso. Pero no se
despeja haciendo uso de la mayoría numérica. Para ciertas situaciones, y ésta
es una de ellas, no basta. Además, el hecho de tener mayoría absoluta no
equivale a tener razón. Hasta de eso parecen haberse olvidado quienes, en su
día, explotaron hasta la última gota aquellas mayorías socialistas de los
ochenta, aderezándolas con profusas dosis de prepotencia y arrogancia, vocablos
de fácil asimilación en cualquier conversación coloquial, aunque no se conozca
su real significado.
Todos los grupos estaban de
acuerdo: el presidente debe aclarar lo que manifestó la secretaria general de
su partido ante el juez Ruz. Pero el rulo de la derecha o el rodillo popular se
ha opuesto. Y siguió funcionando, por cierto, al impedir que los ministros
fueran interpelados sobre los efectos del ex tesorero del Partido Popular. Ya
puestos, hasta el presidente de la Cámara, por voluntad unipersonal, impide que
se trate una iniciativa de Izquierda Unida para explicar en qué condiciones
funciona el Tribunal Constitucional después de descubrirse que su presidente
era militante del PP.
Así las cosas, como se puede
comprobar, será difícil que las instituciones funcionen como tienen que
hacerlo. Especialmente, aquellas a los que se encomienda la tarea de fiscalizar
al ejecutivo. ¿Qué van a controlar si literalmente no dejan que lo hagan
quienes legítimamente tienen la obligación de hacerlo?
Se enroca el PP y no le
conviene. La democracia no se robustece con estos comportamientos basados en la
mayoría absolutista. Si no se respeta lo esencial, terminará no siendo una
democracia.
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