Un problema, no menor, que han de afrontar los socialistas en
varias federaciones (también la canaria) es el de las relaciones humanas. Lo
que influyen éstas luego en la cohesión
interna, en la asunción de decisiones, en el cumplimiento disciplinario
y, definitivamente, en el funcionamiento de la organización, que se pretende
sea más aperturista, más participativa y más a la altura de las exigencias de
la sociedad que se apresura a rechazar los inmovilismos pero tarda en asimilar
nuevos esquemas a los que seguramente falten sustratos ideológicos.
Ya no es
cuestión de que coexistan las familias o de dar cabida a las distintas
sensibilidades o de canalizar orgánicamente las denominadas corrientes de
opinión. Así fue en el pasado para que cuajara una suerte de pluralismo que
favoreció la resolución de criterios divergentes. Pero ahora se trata de un
asunto que es básico para la convivencia interior: las enemistades y los
recelos se vienen acentuando, hasta el punto de que no restañan las heridas
producidas en determinado momento. Con ese hándicap, es difícil avanzar, es
complicado abrir caminos para recuperar espacios políticos y ganar la confianza
de sectores ciudadanos. En ese clima de discrepancias y desconfianzas, es
delicada la toma de decisiones. Encontrarse que, por un quítame allá tal
parcela conquistada siquiera a escala local o por una revancha de aquella
decisión ¿te acuerdas?, se vean frenadas o condicionadas las medidas cuya
legitimidad se da por sobreentendida, debilita poderosamente la capacidad y
hasta la propia credibilidad de la organización.
Es ahora
cuando hay que combatir la desafección política con solidez y con firmeza.
Pero, sobre todo, pensando en el exterior, en la ciudadanía a la que se dirigen
propuestas o alternativas. Se trata de ganar la calle, sumar adeptos, no de
hacerse fuertes y superar (también vale controlar) asambleas o comités.
Menos
personalismos y más tolerancia, sería una primera receta. La generosidad ha de
ser también cualidad decisiva. El socialismo debería ser un proyecto colectivo,
un espacio en el que las diferencias se salden de otra manera y en el que son
precisos los sacrificios y las cesiones para engrandecerlo. Comprensión y
entendimiento, desde el diálogo leal y fluido, segunda prescripción. Otra
cultura, otra ética. Y un tercer factor a tener en cuenta: el respeto. Solo así
será posible restituir relaciones humanas erosionadas. Hay que distinguir bien,
siempre, los perfiles personales de los políticos. El socialismo ha ido
perdiendo muchos valores en un proceso que lo ha situado en un trance delicado
en un momento histórico. Tiene que dar, por tanto, una respuesta que empiece,
aunque parezca elemental, por llevarse bien y sortear envidias y discordias.
Proseguir en
dirección contraria equivale al deterioro quién sabe si irreversible.
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