martes, 27 de agosto de 2013

'HANDICAP' SOCIALISTA

Un problema, no menor, que han de afrontar los socialistas en varias federaciones (también la canaria) es el de las relaciones humanas. Lo que influyen éstas luego en la cohesión  interna, en la asunción de decisiones, en el cumplimiento disciplinario y, definitivamente, en el funcionamiento de la organización, que se pretende sea más aperturista, más participativa y más a la altura de las exigencias de la sociedad que se apresura a rechazar los inmovilismos pero tarda en asimilar nuevos esquemas a los que seguramente falten sustratos ideológicos.
            Ya no es cuestión de que coexistan las familias o de dar cabida a las distintas sensibilidades o de canalizar orgánicamente las denominadas corrientes de opinión. Así fue en el pasado para que cuajara una suerte de pluralismo que favoreció la resolución de criterios divergentes. Pero ahora se trata de un asunto que es básico para la convivencia interior: las enemistades y los recelos se vienen acentuando, hasta el punto de que no restañan las heridas producidas en determinado momento. Con ese hándicap, es difícil avanzar, es complicado abrir caminos para recuperar espacios políticos y ganar la confianza de sectores ciudadanos. En ese clima de discrepancias y desconfianzas, es delicada la toma de decisiones. Encontrarse que, por un quítame allá tal parcela conquistada siquiera a escala local o por una revancha de aquella decisión ¿te acuerdas?, se vean frenadas o condicionadas las medidas cuya legitimidad se da por sobreentendida, debilita poderosamente la capacidad y hasta la propia credibilidad de la organización.
            Es ahora cuando hay que combatir la desafección política con solidez y con firmeza. Pero, sobre todo, pensando en el exterior, en la ciudadanía a la que se dirigen propuestas o alternativas. Se trata de ganar la calle, sumar adeptos, no de hacerse fuertes y superar (también vale controlar) asambleas o comités.
            Menos personalismos y más tolerancia, sería una primera receta. La generosidad ha de ser también cualidad decisiva. El socialismo debería ser un proyecto colectivo, un espacio en el que las diferencias se salden de otra manera y en el que son precisos los sacrificios y las cesiones para engrandecerlo. Comprensión y entendimiento, desde el diálogo leal y fluido, segunda prescripción. Otra cultura, otra ética. Y un tercer factor a tener en cuenta: el respeto. Solo así será posible restituir relaciones humanas erosionadas. Hay que distinguir bien, siempre, los perfiles personales de los políticos. El socialismo ha ido perdiendo muchos valores en un proceso que lo ha situado en un trance delicado en un momento histórico. Tiene que dar, por tanto, una respuesta que empiece, aunque parezca elemental, por llevarse bien y sortear envidias y discordias.
            Proseguir en dirección contraria equivale al deterioro quién sabe si irreversible.

            

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