Ha sido tajante el gobierno local al señalar que no es
posible acometer dos actuaciones en instalaciones deportivas del municipio al
no disponer de consignación presupuestaria. Descatalogadas. Se trata del
remozamiento del centro polideportivo de La Vera y de la reposición de una
torreta de iluminación artificial en el campo El Peñón. En total, según informa
Diario de Avisos, unos trescientos veinticinco mil euros.
Es curioso: ni en los espacios reservados
a opiniones de los lectores ni en los ámbitos políticos institucionales se han
registrado, que se sepa, reacciones a esta incapacidad. Y hoy se cumple una
semana de la publicación de la noticia que incluye, por cierto, las
explicaciones del concejal delegado: no hay consignación presupuestaria,
proyecto inviable el de La Vera y a escapar con lo que se tiene y unos focos de
refuerzo para que se siga entrenando y jugando por la noche en la vieja
cazuela.
Será que los usuarios andan de
vacaciones o esperarán a que otros hagan las reivindicaciones convenientes o se
habrán resignado. Esto es lo que no hay, se dirán: pues nos aguantamos. También
llama la atención que los grupos políticos de oposición no hayan formulado
alguna iniciativa, al menos preguntando. Que presenten alternativa puede
resultar más difícil pero cosas más raras se han visto, así que el intento de
una modificación de créditos sería, cuando menos, un primer paso. Pero se ve
que predomina la resignación: si el gobierno se aferra al realismo de la
carencia de recursos para justificarse, la oposición no parece muy predispuesta
a sacarlo de esas casillas. Y eso que se trata de instalaciones municipales.
La
situación, por otro lado, revela una cierta paradoja. Es llamativo que una
población que clama aún por un puerto deportivo-comercial se muestre tan
insensible con carencias tan significativas como las de una digna estación de
guaguas o esta misma disponibilidad de instalaciones deportivas en buenas
condiciones de aprovechamiento y uso. El ejemplo de lo ocurrido con la nueva
biblioteca pública -la agitación que ha sido necesaria para que fructificasen
las conversaciones de la concejala delegada con el Cabildo Insular a fin de
convenir la dotación de mobiliario y adminículos- podría también servir para
ilustrar ese contrasentido: el empeño en una obra de perfil faraónico y el
desentendimiento de las necesidades más apremiantes y más al alcance.
Lo malo es
que esa insensibilidad se prolongue, que cuaje en indolencia o indiferencia sin
reparar en la importancia que tiene contar con equipamientos adecuados, en este
caso para practicar deporte. Deben ser miles las licencias federativas de
deportistas locales. Y centenares de quienes no contando con una practican por
su cuenta y querrían hacerlo en lugares apropiados.
La sociedad
portuense es así no es una respuesta convincente. Y si es así, hay que sugerir
que cambie. El conformismo, en el caso que nos ocupa, no es positivo. El
deporte local, entre otras cosas, precisa de un revulsivo. Y conste que no es
exclusivamente un problema de competencia municipal ni de instalaciones
inacabadas o incompletas: es cuestión de más apego, más dedicación y mejor
organización.
Una cuestión
de sensibilidad.
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