martes, 8 de abril de 2014

EN PLENO DESCONCIERTO

Algún día, un suponer, se conocerá la estrategia del Partido Popular (PP) para afrontar las elecciones europeas del próximo 25 de mayo. A cuarenta y ocho días de la convocatoria a las urnas (que el propio PP, sin alharacas eso sí, considera ‘importantísima’), ni ha dado a conocer su candidato ni tiene discurso y ni una sola medida para saber cómo quieren que estemos integrados en la Unión Europea (UE). El hecho no tiene precedentes: será que como le ha ido tan bien desde noviembre de 2011, es decir, defraudando, incumpliendo y haciendo lo contrario de lo que había programado, ahora confía en la inercia, en un dejar hacer dejar pasar, para intentar ganarse al electorado no se sabe con qué y con quiénes.
         Es natural que los medios afines secunden esa ignota estrategia. Son pocos los que aprietan y cuando lo hacen se encuentran con respuestas de Mariano Rajoy como al llegar a la convocatoria de Málaga: “No estoy encima de eso”. Y unas pocas fechas, antes en Bruselas, otra respuesta similar: “Ni lo tenemos [en referencia al candidato] ni se lo puedo desvelar”. Si lo que pretenden el presidente y los estrategas populares es desmovilizar al máximo la participación en los comicios, desde luego, se están luciendo.
         No es bueno eso ni para Europa ni para la democracia. Con los vientos de desafección política que soplan, con el abstencionismo que es fácil barruntar, esa inhibición o ese desentendimiento tan descarnado hacen que se enciendan alarmas de duda e incertidumbre. ¿Hacia dónde va el PP, qué es lo que pretende?
         Por no haber, ni encuestas. Así discurre la precampaña, sin chispa, sin gancho. Se imagina uno a los dirigentes populares, huérfanos de elementos sustantivos en las fechas en que hay que calentar motores e incentivar a la ciudadanía: no sabrán qué hacer. Acaso lo definió muy bien el presidente de Extremadura hace pocas semanas: “Tengo ya actos de precampañas programados para este fin de semana y no sé a quién tengo que apoyar”. Tanta indolencia, esa carencia tan visible y la falta de respuestas o decisiones mínimamente convincentes deben haber subido los niveles de desconcierto y de desmoralización. Con todo eso, y a pesar de los esfuerzos de algunos de sus dirigentes -especialmente en los telediarios-, el PP ahora mismo es un partido atónito. Otros, presuntamente sondeados, no han querido saber nada y se han ido descolgando a medida que aparecían sus nombres como candidatables: Arias Cañete, González Pons, Jaime Mayor Oreja y la mismísima Alicia Sánchez Camacho que prefiere estar en el escenario del laberinto catalanista.
         Como no han trascendido rumores ni intenciones, es imposible aventurar nada. Cada partido, cada organización tiene perfecto derecho a programar su agenda y a manejar los tiempos; pero tanto silencio, rayano en el hermetismo, y tanto oscurantismo revelan que algo está pasando. Igual los estrategas y los ‘gurús’ del partido gubernamental consideran que, tal como está el patio político, lo mejor es eso, no dar señales de inquietud. Como si las elecciones europeas no fueran con la sociedad, como si no importaran, como si diera igual un más que presumible retroceso en los resultados.
         Pero no es de recibo la situación. Ni para el partido ni para el electorado. Y aunque estén acostumbrados a resolver aspiraciones y decisiones de candidaturas al mejor estilo ‘dedocrático’ -muy pocos o nadie cuestionarán las determinaciones finales-, lo ocurrido en vísperas de estos comicios en el ámbito del PP es muy poco edificante.

         Lo dicho: un partido atónito, en pleno desconcierto. Sin candidato y sin programa. Por consiguiente, sin recursos para debatir. ¡Viva la democracia!

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