sábado, 13 de agosto de 2016

CAPACIDAD DE CARGA

En Baleares se lo están pensando. La capacidad de carga turística es un hecho preocupante. Un reportaje bien documentado y sin tremendismos en un informativo televisado de días pasados pone al desnudo los efectos de la masificación turística sobre el territorio y el medio ambiente. O sea, que detrás de los récords de visitantes, del impacto económico y de los socorridos puestos de trabajo, hay unas consecuencias no tan positivas que ponen en riesgo el propio destino.
Carreteras desbordadas, carencia de aparcamientos, dificultades de accesibilidad, infraestructuras y servicios insuficientes, comportamientos humanos inadecuados, destrucción de suelo o aprovechamiento descontrolado e indebido, deterioro de espacios, degradación… el panorama, desde luego, es inquietante.
¿Hasta dónde pueden soportar los territorios, las ciudades y los pueblos la presión derivada del turismo convertido prácticamente en medio de vida o principal sostén productivo? La investigadora colombiana Paula Álvarez, vinculada a la firma Corporación Proyecto Patrimonio, estima que el concepto capacidad de carga, desarrollado inicialmente en el campo de la ecología, “es hoy en día una herramienta de gran utilidad para el manejo de visitantes y la evaluación de los impactos que causa la presencia humana sobre los sitios patrimoniales y áreas protegidas”. A partir de las dimensiones del concepto, ha sido posible elaborar modelos y metodologías, encaminadas, teóricamente, a la sostenibilidad.
         La misma autora señala que “las metodologías que se aplican al evaluar la capacidad de carga hacen posible, entre otras cosas, comprender los valores que definen los sitios patrimoniales y las áreas protegidas; detectar los conflictos, problemas y riesgos que les afectan; establecer los indicadores y estándares que permiten alcanzar condiciones óptimas; caracterizar y evaluar la visita; y definir las estrategias de manejo y monitoreo que aseguren la conservación de los sitios”.
         Se dirá entonces que la clave del asunto es la planificación. Un desarrollo turístico mal planificado o irrespetado por perversos intereses de todo tipo termina generando acusados efectos negativos sobre el medio, natural o social. Es difícil, en ese contexto, deslindar culpas o responsabilidades pero desde las normativas y planes de ordenación que hay que elaborar hasta su cumplimiento, las administraciones públicas y los agentes sociales tienen que esmerarse, so pena de acabar, a la larga, con lo que da de comer.
         En Baleares ya ven las orejas al lobo. En Canarias, con la controvertida Ley del Suelo, aún en fase de gestación, debemos estar atentos, tan dados que somos a los potentes efectos deslumbrantes.

         

No hay comentarios: