Ese término o esa frase que, según la definición, se reitera
en la conversación. El latiguillo dichoso. También la muletilla, que el Diccionario
de la Lengua Española conceptúa como voz o frase que se repite mucho por
hábito. Siempre han sido utilizados pero el abuso, en los últimos tiempos, es
palpable. Denota un empobrecimiento del lenguaje o una carencia de recursos
dialécticos. Aunque también les han encontrado aristas positivas.
El ejemplo
más reciente es el entrenador de Real Madrid, Zinedine Zidane, a quien solo
cabría disculpar por lo de no haber aprendido del todo, aún, el castellano. ¿Se
han fijado la cantidad de veces que repite el término ‘contento’, en singular y
en plural? En sus comparecencias mediáticas, Zidane lo utiliza a discreción. El
rendimiento de… “Estoy contento”. La subida de los defensores… “Estamos
contentos”. El ritmo del segundo tiempo… “Nos deja contentos”. Alguien debería
decirle que elimine o no utilice tanto el dichoso latiguillo o la dichosa
muletilla. Ganará en credibilidad expresiva, seguro; aunque él ha sido
contratado para ganar partidos y títulos, otros menesteres.
Otro
entrenador de fútbol que incurría a menudo en estas expresiones fue Luis
Aragonés, quien revolucionó a la selección española hasta hacerla jugar con un
estilo propio muy difícil de igualar. Desde su etapa de jugador profesional,
cuando era preguntado, sus respuestas, indefectiblemente, comenzaban con un
“Bueno…”. ¿Cree que el Atlético ha merecido más? “Bueno…”. ¿Le ha reprochado a
Reina? “Bueno…”. Los buenos de Luis, de aquel hombre con singular temperamento,
también dejaron huella.
El caso es que
de los buenos de Luis a los contentos de Zidane -seguro que hay otros muchos
ejemplos en ámbitos no necesariamente deportivos- hay una razón de ser en estas
frases meméticas, en estos vocablos tan manidos: se trata de un recurso o de un
soporte con el que tratar de apoyar una frase o una respuesta. Ayudan a salir
de los bloqueos o a salvar dificultades sintácaticas, ha escrito algún
estudioso. Se diría más: como si fuera el comienzo o la introducción de una
apreciación o de un razonamiento. “¿Vale?”, “la cosa es que…”, “más o menos”,
“dígole”, “pues”, “tío, tía”, “oséase”, “¿me explico?”, “como quien dice”… son
voces o locuciones frecuentes -más o menos estereotipadas- en el habla
coloquial pero también en las respuestas que se facilitan con micrófono o
teléfono de por medio. Wikipedia admite
que si la muletilla excede de una palabra puede ser una frase hecha.
Ya saben:
bueno, estamos contentos.
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