viernes, 5 de agosto de 2016

LATIGUILLOS, MULETILLAS

Ese término o esa frase que, según la definición, se reitera en la conversación. El latiguillo dichoso. También la muletilla, que el Diccionario de la Lengua Española conceptúa como voz o frase que se repite mucho por hábito. Siempre han sido utilizados pero el abuso, en los últimos tiempos, es palpable. Denota un empobrecimiento del lenguaje o una carencia de recursos dialécticos. Aunque también les han encontrado aristas positivas.
            El ejemplo más reciente es el entrenador de Real Madrid, Zinedine Zidane, a quien solo cabría disculpar por lo de no haber aprendido del todo, aún, el castellano. ¿Se han fijado la cantidad de veces que repite el término ‘contento’, en singular y en plural? En sus comparecencias mediáticas, Zidane lo utiliza a discreción. El rendimiento de… “Estoy contento”. La subida de los defensores… “Estamos contentos”. El ritmo del segundo tiempo… “Nos deja contentos”. Alguien debería decirle que elimine o no utilice tanto el dichoso latiguillo o la dichosa muletilla. Ganará en credibilidad expresiva, seguro; aunque él ha sido contratado para ganar partidos y títulos, otros menesteres.
            Otro entrenador de fútbol que incurría a menudo en estas expresiones fue Luis Aragonés, quien revolucionó a la selección española hasta hacerla jugar con un estilo propio muy difícil de igualar. Desde su etapa de jugador profesional, cuando era preguntado, sus respuestas, indefectiblemente, comenzaban con un “Bueno…”. ¿Cree que el Atlético ha merecido más? “Bueno…”. ¿Le ha reprochado a Reina? “Bueno…”. Los buenos de Luis, de aquel hombre con singular temperamento, también dejaron huella.
            El caso es que de los buenos de Luis a los contentos de Zidane -seguro que hay otros muchos ejemplos en ámbitos no necesariamente deportivos- hay una razón de ser en estas frases meméticas, en estos vocablos tan manidos: se trata de un recurso o de un soporte con el que tratar de apoyar una frase o una respuesta. Ayudan a salir de los bloqueos o a salvar dificultades sintácaticas, ha escrito algún estudioso. Se diría más: como si fuera el comienzo o la introducción de una apreciación o de un razonamiento. “¿Vale?”, “la cosa es que…”, “más o menos”, “dígole”, “pues”, “tío, tía”, “oséase”, “¿me explico?”, “como quien dice”… son voces o locuciones frecuentes -más o menos estereotipadas- en el habla coloquial pero también en las respuestas que se facilitan con micrófono o teléfono de por medio. Wikipedia admite que si la muletilla excede de una palabra puede ser una frase hecha.

            Ya saben: bueno, estamos contentos.

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