Se plantea en un foro
especializado, a propósito del inmejorable momento turístico, un debate muy
interesante: continuar con el turismo de masas, barato, sol y playa, llenar
para llenar (oferta de más de medio siglo); o afrontar decididamente un modelo
de turismo de calidad que mejore el ingreso medio y abra las puertas de nuevas
modalidades de negocio. La segunda opción, por cierto, incide en un asunto del
que solemos olvidarnos: la formación profesional. Porque, en caso afirmativo,
habrá que preparar al personal para ese nuevo negocio.
Los datos son ilustrativos: el turismo representa para
nuestro país el 10% de su Producto Interior Bruto (PIB). Solo en 2015, aportó
casi ciento veinticinco mil millones de euros. Ese mismo año, España recibió
más de sesenta y nueve millones de visitantes. Los análisis del primer semestre
del presente año convergen en los mismos derroteros de crecimiento. España es
el tercer destino turístico mundial por el número de viajeros y el segundo en
ingresos por la experiencia y lo atractivo del destino. Las administraciones
públicas están contentísimas ensalzando las cifras y el empresariado aplaude
sin importarle demasiado los aspectos colaterales. Le va estupendamente aunque
no haya gobierno y aunque organizaciones como EXCELTUR haya advertido
tímidamente de que las expectativas de crecimiento para el presente pueden
verse reducidas si entramos en una fase de inestabilidad política.
Hay expertos que señalan los riesgos de congestión,
partidarios, naturalmente, de una renovación de la fórmula convencional para esmerarse
en productos de calidad que mejoren el ingreso medio y exploren otros
hipotéticos yacimientos de negocio. Claro que para ello se requiere audacia,
imaginación y riesgo. Y mientras haya ingresos fáciles y continuados, dirán que
es mejor no experimentar. Pero otras voces cualificadas indican que el modelo,
pese a haber envejecido relativamente bien, presenta ya algo más que síntomas
de envejecimiento: destinos exóticos emergentes se revelan como serios
competidores, sobre todo en precios y escenarios.
Entonces, volviendo con las posibles alternativas de futuro,
es cuando resurge la necesidad de contar con profesionales debidamente
formados, especialmente en dirección y gestión de empresas turísticas. Es
un hecho que el crecimiento y cualquier
proceso de innovación, por elemental que sea, requiere cada vez más
emprendedores y profesionales creativos, capaces, sobre todo, de atender y
satisfacer a clientes exigentes que ya no se conforman con lo leído en un
folleto o con la consulta hecha en ordenador antes de elegir el destino. La
utilización de nuevos servicios y tecnologías y la propia gestión
medioambiental en hoteles e instalaciones suplementarias obligan a una
respuesta profesional adecuada si es que se quiere fidelizar a esos clientes.
Está constatado que el sector hotelero precisa de
profesionales cualificados, creativos e innovadores. No solo para gestionar con
eficacia sino para desarrollar estrategias de promoción y rentabilidad. No
basta el voluntarismo. La formación profesional es primordial, sobre todo,
pensando en nuevas modalidades de negocio.
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