Primero,
significación de los dos vocablos, poco usuales.
Beñesmen:
es el nombre que daban los aborígenes guanches de Tenerife al mes de
agosto, antes de la conquista castellana en el siglo XV, aplicándose
por extensión también a las celebraciones de la cosecha
desarrolladas en esa época. Para algunos autores, las fiestas
celebradas en honor a la Virgen de Candelaria durante el mes de
agosto son una reminiscencia sincretizada de las antiguas fiestas del
beñesmen aborigen.
Ucronía:
reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos.
A
partir de estos dos conceptos, el Museo Arqueológico Municipal (MAM)
hace otra demostración de pundonorosa creatividad para acreditar
algo más que las potencialidades del centro. Se diría que es otro
avance hacia su madurez, hecho con esfuerzos y fatigas, pero muy apto
para conquistar el interés de gente de todas las edades y, sobre
todo, para acercarnos más y comprender mejor a nuestras raíces, a
la vida de nuestros antepasados. Si de paso, abre conciencias para
contrastar el estado de algunos espacios naturales que sobreviven en
el municipio, mejor.
Es
natural que la conservadora del MAM, Juana Hernández, revele su
satisfacción. Ha ido inculcando, desde hace años, ideas sobre los
pilares de nuestra historia, sobre los valores que deben ser
conocidos y reconocidos, de modo que su incidencia en los grupos
escolares de edades de formación sigue dando frutos cada vez más
apreciados.
Ahora,
por ejemplo, ha brotado, bajo el título Doña Ladera y compañía
(en referencia a Martiánez),
con talleres y otras actividades didácticas, una relización de la
que ha derivado un cortometraje, hecho por los mayores del
último beñesmen, dedicado a la “pobre” Ladera de Martiánez. Es
una peculiar forma de hacer educación patrimonial y seguro que
funciona. Bajo la dirección de Pablo Bizarro, se titula Ucronía.
La ladera hoy y siempre, acompañado
de un cuadernillo didáctico también orientado a la impartición de
los contenidos teóricos.
La
ladera es el paradigma de lo que se conoce como “paisaje cultural”
, al ser genuina síntesis de naturaleza e historia, “aquella que
transige una identididad geológica específica y las
transformaciones impuestas por el tiempo y la gente”, explica la
conservadora. La ladera de Martiánez tuvo su proceso de formación a
partir de la emisión de lavas que dieron su origen a la dorsal de
Acentejo. Es bien conocida la presencia de un poblamiento guanche en
la zona que acoge importantes valores culturales, históricos,
etnográficos, naturales y paisajísticos.
Muchos
elementos, en definitiva, para adentrarse en la ucronía, en el ágil
y ameno cortometraje así como en el cuadernillo, para descubrir las
singularidades de un auténtico tesoro. Un trabajo extraordinario,
hecho con recursos muy limitados y concebido para sensibilizar a
niños y jóvenes sobre los valores de los espacios en los que
conviven. Para un pueblo poco dado al cuidado y mantenimiento de
tales valores, estamos, sin duda, ante una encomiable realización.
Que
sea todo un ejemplo.
Para
ver el cortometraje, pinchar en:
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