No
extraña en absoluto. Un régimen político totalitario, como es el
de Venezuela, no admite la libertad de expresión. Al contrario, la
cercena. Por eso, persigue y silencia a medios de comunicación. En
esa catarata de desastres que cae incesantemente sobre el país
sudamericano, van acabando con los espacios donde poder ver y
escuchar las informaciones que el propio régimen deforma o,
simplemente, no quiere que sean conocidas.
No
extraña, por tanto, que al menos cuarenta y nueve medios de
comunicación venezolanos hayan sido clausurados en lo que va de año,
según un registro del Sindicato Nacional de Trabajadores de Prensa.
De esa cantidad, cuarenta y seis son emisoras de radio y tres canales
de televisión. El caso más reciente es haber impedido que las
emisoras colombianas Caracol Televisión y RCN Televisión
siguieran en el aire por
decisión de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL).
Hace unos meses, recordemos, este mismo organismo suprimió la señal
de CNN en español, NTN 24, Todo Noticias e Infobae. El
Colegio Nacional de Periodistas (CNP) de Venezuela, al hacer su
manifestación de repulsa, habla de medida arbitraria, ilegal y
violatoria de los derechos humanos.
Maduro
y su régimen se están condenando solos. Si para eso era la
“revolución bonita” (Chávez dixit), mejor
no haberla emprendido. Si ese era el socialismo del siglo XXI, mejor
la democracia convencional, con todas sus imperfecciones. Imponer a
base de miedos, oscurantismo, violencia y otros métodos bien
conocidos en la historia; mermar hasta límites indecibles el
desarrollo de un pueblo; acabar con sus opciones de expresarse o de
acceder al pluralismo informativo; ahondar en la fractura social sin
trazar siquiera unos elementales horizontes de recuperación
económica y productiva... todo eso supone un retroceso y un
empobrecimiento de las condiciones de vida que acarrean la
desesperanza de miles de venezolanos. El daño de todos aquellos que
quieren perpetuarse en el poder, forzando los límites
constitucionales (es como ha maniobrado el presidente Nicolás
Maduro), es tan grande, que es imposible encontrar un resquicio de
salida a la crisis,
El
totalitarismo asfixia, también por esta vía del veto o cierre de
medios.El secretario general de la Organización de Estados
Americanos (OEA), Luis Almagro, fue tajante en su cuenta de Twitter:
“Dictadura golpea medios. La salida de Caracol TV y RCN es un paso
a la sistemática violación de la libertad de prensa”. Quienes
manejan los alicates del totalitarismo venezolano saben que
apretarlos cuesta poco con tal de apagar las imágenes y las voces de
quienes, simplemente, quieren informar y no se pliegan a los
caprichos del régimen.
Por
eso, cuando alguien resiste, como ese gran periódico que siempre lo
fue, El Nacional, que
ayer, precisamente, cumplió setenta y cuatro años, hay que ponderar
su ejemplo y pensar que todavía queda esperanza. Es un “milagro”
su supervivencia, como editorializaba en su entrega de ayer. Baste
este fragmento:
Frente a la realidad de un país que protesta a diario y sin descanso, el periodismo ha realizado su tarea de forma admirable; ha mostrado a Venezuela y al mundo lo que ha ocurrido, salvando los peligros reales, la persecución de los funcionarios, el hostigamiento físico y verbal en las calles. Ha estado en los lugares donde los desalmados han disparado balas y bombas lacrimógenas en contra de personas indefensas.
El admirable ejemplo de El Nacional, cuando la libertad de expresión sigue siendo estrangulada y ha dejado de habitar en Venezuela, es un camino a seguir y una valiente referencia para entender que ciertos valores, por mucho que se empeñen en lo contrario, merecen respeto y tenacidad. Pese a que Maduro y los herederos del chavismo, los socorridos protagonistas de la revolución fracasada, sigan cerrando medios o apagando señales.
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