Las
percepciones van por un lado y las estadísticas, por otro. Vemos que
sigue aumentando el parque automovilístico, que el sector
inmobiliario se reactiva, que hay más demanda para viajar en avión
o en barco, que las compras en supermercados o superficies de todo
tipo adquieren ritmo y volumen aumentativos y que en algunos
restaurantes o guachinches hacen cola y esperan para comer... Vamos,
cualquiera diría que la crisis ya es un ciclo superado y que, en
verdad, no se nota.
Pero
el Instituto Canario de Estadística (ISTAC) viene a decirnos lo
contrario con su última Encuesta de Condiciones de Vida cuyos
porcentajes más significativos concluyen que esa recuperación
económica, indicadora de un tiempo de bonanza, está aún lejos de
englobar amplios sectores de población de las islas. Si tres de cada
cuatro canarios (75,65 %) tienen dificultades para llegar a fin de mes
con sus ingresos y tres de cada diez (35,68 %) pasan verdaderos
aprietos para lograrlo, es que todavía queda crisis para mucha
gente. Y eso que la situación mejoró ligeramente entre 2015 y 2016,
pero sigue siendo peor que la de 2013. La comparación, en cifras: en
este último año, había un 73,23 % de población con problemas para
cubrir sus gastos mensuales, en tanto que en 2016 -año al que se
refieren los resultados del estudio estadístico- alcanzó el 75,65
%. Esto quiere decir que se incrementó el número de personas cuyo
nivel de recursos es insuficiente para tener un nivel de vida digno.
Del
análisis de la Encuesta se desprende que también entre los años
señalados hubo un cambio sustancial en el porcentaje de ciudadanos
que no manifestaban tener problemas económicos. Se interpreta que
los que peor lo estaban pasando siguieron sobreviviendo a duras
penas, en tanto que quienes disfrutaban de una posición más
favorable o desahogada, pudieron mejorarla.
Por
lo tanto, la brecha de desigualdad permanece y no se reduce. Si no se
acepta eso de que vivimos por encima de las posibilidades, habrá que
convenir en que los mayores índices de consumo envuelven una
apreciable artificialidad. Por ejemplo, ni siquiera tener trabajo
equivale a garantía de estabilidad, por lo menos como proyecto o
medio de vida. Los registros del ISTAC, en ese sentido, son
ilustrativos: en 2016, el sueldo no alcanzaba para vivir en
condiciones a un 70,4 % de los ocupados en las islas, mientras que un
25,66 % tenía dificultades. Y no digamos de los desempleados: si
hace tres años, el 83 % de los mismos se las veía y deseaba para
afrontar los gastos del mes, en 2016 el porcentaje subió 3,5 puntos.
Ello
repercute en salud, hábitos y calidad de vida. Se deduce que hay
privaciones en la alimentación y que las opciones de disfrutar de
una semana de vacaciones, una vez al año, disminuyen notablemente.
Suben también los porcentajes de personas para las que adquirir un
coche o un ordenador es una posibilidad cada vez más difícil de
alcanzar.
En
fin, que tras el confort y el consumo desaforado, las estadísticas
-frías, pero estadísticas- reflejan que una amplia capa de la
población canaria sigue moviéndose en coordenadas de escasez.
Cuestión, por tanto, de moderarse cuando florezcan los discursos
trunfalistas y la tarjeta o el talonario siguen circulando.
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