viernes, 25 de agosto de 2017

FRÍAS ESTADÍSTICAS

Las percepciones van por un lado y las estadísticas, por otro. Vemos que sigue aumentando el parque automovilístico, que el sector inmobiliario se reactiva, que hay más demanda para viajar en avión o en barco, que las compras en supermercados o superficies de todo tipo adquieren ritmo y volumen aumentativos y que en algunos restaurantes o guachinches hacen cola y esperan para comer... Vamos, cualquiera diría que la crisis ya es un ciclo superado y que, en verdad, no se nota.
Pero el Instituto Canario de Estadística (ISTAC) viene a decirnos lo contrario con su última Encuesta de Condiciones de Vida cuyos porcentajes más significativos concluyen que esa recuperación económica, indicadora de un tiempo de bonanza, está aún lejos de englobar amplios sectores de población de las islas. Si tres de cada cuatro canarios (75,65 %) tienen dificultades para llegar a fin de mes con sus ingresos y tres de cada diez (35,68 %) pasan verdaderos aprietos para lograrlo, es que todavía queda crisis para mucha gente. Y eso que la situación mejoró ligeramente entre 2015 y 2016, pero sigue siendo peor que la de 2013. La comparación, en cifras: en este último año, había un 73,23 % de población con problemas para cubrir sus gastos mensuales, en tanto que en 2016 -año al que se refieren los resultados del estudio estadístico- alcanzó el 75,65 %. Esto quiere decir que se incrementó el número de personas cuyo nivel de recursos es insuficiente para tener un nivel de vida digno.
Del análisis de la Encuesta se desprende que también entre los años señalados hubo un cambio sustancial en el porcentaje de ciudadanos que no manifestaban tener problemas económicos. Se interpreta que los que peor lo estaban pasando siguieron sobreviviendo a duras penas, en tanto que quienes disfrutaban de una posición más favorable o desahogada, pudieron mejorarla.
Por lo tanto, la brecha de desigualdad permanece y no se reduce. Si no se acepta eso de que vivimos por encima de las posibilidades, habrá que convenir en que los mayores índices de consumo envuelven una apreciable artificialidad. Por ejemplo, ni siquiera tener trabajo equivale a garantía de estabilidad, por lo menos como proyecto o medio de vida. Los registros del ISTAC, en ese sentido, son ilustrativos: en 2016, el sueldo no alcanzaba para vivir en condiciones a un 70,4 % de los ocupados en las islas, mientras que un 25,66 % tenía dificultades. Y no digamos de los desempleados: si hace tres años, el 83 % de los mismos se las veía y deseaba para afrontar los gastos del mes, en 2016 el porcentaje subió 3,5 puntos.
Ello repercute en salud, hábitos y calidad de vida. Se deduce que hay privaciones en la alimentación y que las opciones de disfrutar de una semana de vacaciones, una vez al año, disminuyen notablemente. Suben también los porcentajes de personas para las que adquirir un coche o un ordenador es una posibilidad cada vez más difícil de alcanzar.
En fin, que tras el confort y el consumo desaforado, las estadísticas -frías, pero estadísticas- reflejan que una amplia capa de la población canaria sigue moviéndose en coordenadas de escasez. Cuestión, por tanto, de moderarse cuando florezcan los discursos trunfalistas y la tarjeta o el talonario siguen circulando.

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