Finales
de los años sesenta del pasado siglo y bien entrada la década
siguiente, hasta la muerte de Franco, más o menos: fiebre por la
música. El fenómeno 'beat', canción de autor, otros géneros,
festivales, algunos pocos conciertos, el seguimiento de programas y
de listas de éxitos, las novedades, los primeros pasos en la radio y
discos, muchos discos, muchos vinilos. Aquellos 'singles', los Ep de
cuatro canciones y los elepés. Y los álbumes. Ahorrábamos para
adquirirlos en discotecas y bazares e ir formando la pequeña
colección particular. Recordamos al malogrado Manuel García Tejera,
quien poseía una de las más voluminosas que era la envidia de los
jóvenes portuenses que nos movíamos por la música.
Hasta
que llegó el casette y las orientaciones de la vida empezaron a ser
otras para irnos alejando de la música, de aquellos estilos
revolucionarios, de las míticas bandas, de la experimentación y de
las opciones de reproducción que pronto sabrían el impacto de la
imagen. La música siguió gustando... pero ya en otra dimensión, en
otro ámbito, incluso temporal, en otros descubrimientos como fueron
la clásica y la ópera.
Refrescó
estos recuerdos un informe de la consultora 'Deloitte', publicado
recientemente por el diario británico The Independent
y cuya conclusión es reveladora: la venta de vinilos superará en
2017 los mil millones de dólares, algo que no se producía desde la
década de los ochenta. Estamos, pues, ante una revitalizacón
considerable de este formato al que la industria discográfica llegó
a considerar, hace menos de una década, como un negocio en
extinción. El informe indica que en 2015 se vendieron 3,2 millones
de unidades y calcula que el vinilo signifique engtre un 15 y un 18
% del total de las ventas anuales de música en formato físico. El
precio medio actual de un disco de larga duración es de diecinueve
euros, un posible inconveniente para los consumidores, según la
investigación de 'Deloitte'.
Pero,
¿cuáles son las razones de este renacimiento, de este nuevo auge
del vinilo? Algunas iniciativas como el “Record Store Day”, la
nostalgia por el sonido auténtico, el formato tangible de la música,
las tendencias y las modas, pero, sobre todo, la concepción del vino
como una pieza de coleccionista, dispararon las ventas que el pasado
mes de diciembre superaron, por primera vez desde comienzos de siglo,
el mercado de las descargas digitales.
Claro
que la consultora advierte que el vinilo es como una panacea y que
“nunca será la fuente la fuente primordial de ingresos de la
industria discográfica”. Son conscientes de que el futuro del
mercado se enfoca directamente hacia el formato digital. Pero también
hay apreciaciones reveladoras, como las de Paul Lee, ejecutivo de
investigación del departamento de tecnología, medios y
telecomunicaciones de 'Deloitte': “Los consumidores prefieren
comprar algo tangible y nostálgico y, si se ponen precios justos,
ello supondrá grandes beneficios para las discográficas”, auguró
queriendo prolongar la racha.
Y
es que se prevé que el vinilo, en 2017, represente un 6 % de los
ingresos totales de la industria musical, cifrados en torno a unos
quince mil millones de dólares. ¿Quién lo iba a decir? Pero bueno,
todo da a entender que, resurgimientos aparte, el futuro, como tantas
otras cosas, sigue girando en torno a lo digital.
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