Cuando parece que Donald Trump empieza a hacer la digestión de su revés electoral, la profesora de Periodismo Multimedia en la Universidad de Eastern Kentucky (USA), Ginny Whitehouse, acaba de aportarnos una auténtica lección de periodismo:
«Es profundamente lamentable que el presidente se niegue a proporcionar al público información precisa y, peor aún, que deliberadamente lance información falsa. Las organizaciones de noticias y las plataformas de redes sociales están teniendo que tomar decisiones difíciles. El presidente los acusa de censura mientras siembra las semillas del caos. Está haciendo afirmaciones infundadas. Sí, el presidente Trump está siendo tratado de manera diferente a los presidentes anteriores, pero ningún otro presidente ha hecho tantas acusaciones falsas y de tal magnitud. La función del periodismo es informar sobre hechos fundamentados y basados en pruebas.... No hechos alternativos que no tengan base en la realidad. La función del presidente es buscar el bien de la nación... no enterrarlo en mentiras en un intento desesperado por aferrarse al poder».
Hechos fundamentados y basados en pruebas. Quedémonos con los dos conceptos para hacer frente a la tan intensa corriente de falacias y bulos que no solo caracterizaron una buena parte de los comicios norteamericanos sino el propio devenir informativo, uno de los fenómenos más desgraciados de nuestro tiempo, al que no se le ve, por cierto, una alternativa o un tratamiento que mitigue tan nocivos efectos.
Bueno, podrá decirse que los yankies lo han intentado y han arriesgado, nada menos que con el corte de la emisión en directo de la comparecencia del mismísimo Trump. Pareciera que quienes adoptaron esa decisión –acaso hartos del estilo trumpista- eran conscientes de no querer mermar aún más los principios y la credibilidad del sistema democrático estadounidense y optaron porque prevaleciera la defensa de la legitimidad de sus instituciones. El razonamiento es más sencillo: se trataba de no continuar con las acusaciones infundadas de fraude electoral, al no disponer de evidencias, luego cabía deducir que eran falsas.
Lo dijo un presentador de una de las cadenas (CNBC) que cortaron al presidente: “Estamos interrumpiendo esto porque gran parte de lo que está diciendo el presidente de los Estados Unidos no es verdad en absoluto”.
La conclusión es que el periodismo resulta muy necesario. Y sus profesionales interpretan un papel decisivo, sobre todo cuando está en juego la presidencia de una nación, o si lo prefieren, un resultado electoral. La presidencia de Trump reventó cuando aún contaban los votos y cuando algunos ya habían entendido muy bien la cultura de la la posverdad y los hechos alternativos. Esa cultura, ya lo hemos escrito, hay que cambiarla si es que se quiere recuperar la normalidad en la convivencia y hacer que funciones el sistema democrático, el Estado de derecho y la institucionalidad.
La profesora titular de la Universidad de Navarra, Mónica Codina, en un trabajo titulado “Cuando la comunicación es falaz, hacen falta periodistas”, interpretando a su colega norteamericana, precisa, de forma contundente que “son los periodistas quienes están llamados a defender la legitimidad de nuestras instituciones y el ethos social que las anima. De ninguna manera se puede consentir que el ejercicio del poder democrático se vuelva totalitario y pretenda usurpar las libertades públicas que nos corresponden por el simple hecho de ser humanos”.
Una suerte de apéndice a la lección de periodismo que inspiró esta entrada.
1 comentario:
No puedo estar más de acuerdo.
Excelente artículo.
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