Por supuesto que no son nada edificantes esos episodios de altercados que se registran en aquellos lugares donde son alojados provisionalmente los migrantes irregulares a la espera de un internamiento, de una deportación o de un traslado a otros destinos. Mal si se producen entre ellos mismos y peor si se ven involucrados, por activa o por pasiva, ciudadanos de las localidades donde están ubicados los establecimientos que les acogen.
Este problema social se complica desde ese nuevo ángulo, hasta ahora desconocido. Los detractores y los abiertos enemigos, aquellos que se oponen y son poco o nada receptivos, han encontrado una punta de lanza para sus diatribas y radicalismos supremacistas, alentando –incluso con mentiras y deformaciones- un fenómeno de rechazo que va calando. Posiblemente, nunca antes como ahora se ha visto en Canarias, pueblo solidario donde los haya, tal grado de contrariedad.
A ver cómo les explican a los migrantes que esa búsqueda de ruido no les favorece, que actitudes agresivas o violentas van en su contra, que los habitantes de las islas son pacíficos y conviven, salvo excepciones, sin grandes alteraciones. Por unos pocos –indeseables e inadaptados hay en todos lados- va a pagar el grueso de quienes arriesgaron sus vidas en busca de la tierra de promisión.
Y a ver cómo tranquilizan al sector turístico, ese en el que es fácil incidir con un argumento que prende rápido: se inocula en los mercados emisores que hay africanos por doquier que representan un problema social y que en algunos casos son peligrosos, para ahuyentar y alentar los desvíos hacia otros destinos.
En cualquier caso, los Gobiernos no deben descuidar estos hechos que se complicarán si no se atajan. En las inacabables reuniones que se celebran para tratar esta situación en el ámbito de la política exterior, se deben esgrimir, con datos empíricos, estos sucesos: la sensación creciente de peligrosidad social, la mala fama que se va adquiriendo si del altercado, la refriega y el hurto para alimentarse se pasa a la delincuencia. Claro que hay justicia, pero…
Ante esta nueva dimensión del fenómeno migratorio, que extiende una sombra de temor cuando el miedo de la población, por culpa de la pandemia, es difícilmente contenible, hay que analizar con tanta racionalidad como frialdad. Las fórmulas radicalizadas no son garantías de soluciones equilibradas y solo alimentarían el rechazo en un territorio como el canario que ha vivido –y por ahora, a la espera de alternativas necesarias, debe seguir viviendo- de la llegada de millones de visitantes.
1 comentario:
No se como se arreglará este problems
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