Joe Biden asume hoy la presidencia de los Estados Unidos. Muchos dirán que por fin llegó el día y otros muchos seguirán rumiando el pesar por la salida de su antecesor, Donald Trump. Lo cierto es que sea inicia una nueva etapa en la que el nuevo presidente aparece con una finalidad clara: soldar la fractura social claramente abierta tras un mandato agitado.
Por eso, aparece hoy Washington DC como una capital blindada. Un soldado por cada veinticuatro habitantes, veinticinco mil efectivos de la Guardia Nacional. El presidente saliente consagra que no sabe perder con su ausencia en el acto de investidura. Supremacismo blanco, negacionismo pandémico y, como colofón, el asalto al Capitolio: la presidencia de Trump ha sido oscura, irregular, revanchista, misógina, racista, impropia de un dirigente al frente de una nación tan poderosa y tan influyente en la política mundial. Con dos juicios políticos a sus espaldas -el segundo, en plena transición y a la espera de ser resuelto-, la concesión del indulto a su ex asesor, Steve Bannon, imputado por defraudar a donantes que querían el muro fronterizo, como decisión final, parece anecdótica. Lo peor es que amenaza con volver: “un movimiento que acaba de empezar”, ha dicho textualmente en plena retirada, mientras su esposa, primera dama, daba gracias en una declaración más mesurada acaso indicativa también de su sufrimiento.
Pero bueno, esto ya es historia –buena parte de ella, en el basurero, desde luego- y ahora nos preparamos para la que escriban Joe Biden y Kamala Harris, la mujer que le acompaña y que parece llamada a ejercer un peso considerable en el ejecutivo y en su partido. Cualidades no le faltan. Aterrizan para soldar la fractura abierta en una sociedad polarizada. Biden, con notable experiencia política y en el ejecutivo, quiere dejar huella del cambio desde hoy mismo: sus primeras resoluciones. El presidente quiere poner punto final al plan migratorio de su antecesor, ampliar el marco de las prestaciones sanitarias restituyendo el denominado Obamacare y dar una sólida respuesta institucional al cuestionado “racismo institucional”. Tendrá que relanzar, por cierto, la lucha contra la pandemia.
El nuevo presidente es consciente del uso de las armas, un gran mal de la sociedad americana. Ese sería su gran logro, independientemente de abolir la pena de muerte aún vigente en algunos estados: prohibir la fabricación y venta de armas de asalto y cargadores de alta capacidad, además de exigir controles de antecedentes penales a todos los compradores de armas.
En fin, muchos retos y grandes objetivos en plena polarización. Y a ver qué hacen los republicanos.
2 comentarios:
Muchas gracias. Ojalá pronto se vean cambios fructíferos y el estilo sea de tolerancia y respeto.
Esperemos que se retome la cordura.
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