Escribe Jan Martínez Ahrens, director
de El País, una carta que es una declaración de rebeldía ‘contra
mentiras y medias verdades’, que es así como la ha titulado. Parte de una
premisa: el mundo del periodismo está atravesando una nueva y fascinante
disrupción. “A la transformación digital, que ha trastocado radicalmente
nuestros modos de producción y distribución, ha venido a sumarse un elemento
que va a ser revolucionario, pero cuyos efectos apenas vislumbramos: la
inteligencia artificial (IA)”. Ésta -según Martínez Ahrens- va a desafiar
nuestras capacidades tradicionales. Y a partir de ahí, imagina un terremoto del
que solo saldrán fortalecidos los medios más adaptados, es decir, aquellos que
inviertan y preparen a sus equipos ahora. Menudo reto.
A diferencia de otros grandes cambios, la IA es capaz de aprender, de mejorar,
de dar respuestas propias y también de adaptarse a cualquier estructura
narrativa, visual, escrita o hablada... Es un instrumento (o algo más) con la
potencialidad de autotransformarse, cuya conceptuación aún no tenemos clara y
que con seguridad va a generar muchos debates, entre ellos, los éticos. Por
ejemplo, ¿hasta qué punto puede la IA hacer nuestras tareas, especialmente las
creativas?
Esa discusión ya ha empezado en algunos campos, como el de la ilustración
periodística, y ha generado tensiones de todo tipo, incluidas las legales.
Cierto que la IA aún está en una fase previa e instrumental. Eso significa que
sirve a unos fines. Entonces, surge una
pregunta determinante: ¿cuáles son esos fines, esos objetivos que nos definen y
a los que debe atenerse?
Para el director de El País, la respuesta es aparentemente sencilla: nuestra tarea, la de los periodistas, es contar la verdad de lo que ocurre y hacerlo sin miedo.
Pero esa aparente obviedad se tambalea
cuando a diario se comprueba que la desinformación avanza más que nunca. “Las
mentiras circulan a una velocidad vertiginosa y han descubierto el cauce ideal
para su transmisión, así como a oligarcas y políticos que las apadrinan. Son
determinadas plataformas donde al usuario solo se le ofrece aquello que el
algoritmo piensa que le va a gustar, o que le va a indignar, y donde corre el
riesgo de quedarse aislado dentro de un muro de falsedades, violencia,
intolerancia…”, señala.
Martínez Ahrens advierte de “enormes burbujas, en las que no se propicia la verificación y que suponen, a fin de cuentas, la clausura del pensamiento crítico. Circula información, pero es información sesgada, elaborada muchas veces por pseudoperiodistas y con una finalidad distinta a la del oficio. Este es un fenómeno creciente que no puede desligarse del ascenso de la ultraderecha y de las corrientes antidemocráticas que tienen en ese ecosistema una vía para expandirse y diseminar su ideología”. Mucho cuidado con eso, no nos cansamos de repetirlo.
Por eso el autor vislumbra peligros crecientes con las aplicaciones de la IA. Mal empleada, puede inundarnos de mentiras y lo que es peor, de medias verdades: “de información creíble, con trazas de verdad, pero esencialmente falsa”, puntualiza el director de El País, quien luego proclama que el buen periodismo es más necesario que nunca en esta realidad palpable de nuestros días y para cumplir su trabajo debe hacer uso de los instrumentos que le da la tecnología, incluida la inteligencia artificial. Pero lo tiene que hacer con un código reconocible, con un método que asegure la honestidad de su trabajo y afiance la confianza de la audiencia.
Su sesuda recomendación final es una manifestación de estímulo pues no es una tarea fácil y dependerá (dirigiéndose a los periodistas) “de vuestra capacidad e interés para aplicar los fundamentos del oficio”:
·Acudir al lugar de la noticia. Pisar la calle y escuchar a la gente. Hablar con todas las partes de un conflicto, y además tratar de entender y explicar cuáles son sus motivaciones e intereses.
·Buscar las fuentes más fiables, el dato exacto, el documento clave, la imagen o el audio que revele la verdad.
·Fiscalizar al poder y someter a escrutinio las versiones oficiales.
·Aportar contexto, narrativa: no quedarse en la simple declaración.
“La suma de estos
factores conferirá credibilidad a nuestro trabajo, aunque nos equivoquemos. Y
cuando eso ocurra, tendremos que ser transparentes y rendir cuentas demostrando
que sometimos a la historia a un proceso de verificación”, concluye Martínez
Ahrens,
El método, bien aplicado, genera credibilidad y también es una forma de asegurar la independencia y la pluralidad. Esto nos traerá problemas, porque si somos rigurosos, acabaremos enfrentándonos a nuestros prejuicios, lo que no implica ser neutrales o jugar a la equidistancia perpetua. Todos tenemos nuestra ideología, pero antes que nuestras inclinaciones están los hechos y a ellos hay que atenerse siempre.
Para ello es fundamental separar la opinión de la información y hacerlo de una forma visible y distinguible. Esa es la piedra angular de nuestro compromiso con el lector. Y ese compromiso se ejerce en un mundo en ebullición donde, a veces, los parámetros no están claros.
El artículo, desde luego, es toda una lección de periodismo.
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