lunes, 22 de febrero de 2010

CABRERA, OTRA PIEZA MÁS

Con toda franqueza: creíamos que la cosa tenía toda la pinta de un episodio de esos que abundan en la política canaria y que se saldan con papas fritas, con fuegos de artificio vamos. Una polémica que se suscita con una crítica a un viaje del presidente de la Comunidad Autónoma a Cuba: la hace el portavoz parlamentario del socio del gobierno (PP), en los términos que ya se conocen (dictadura, presos políticos, clientelismo…, “un disparate absoluto”, textual), no sienta bien en la formación nacionalinsularista, se produce la réplica y se hace llegar al jefe de filas -nunca mejor lo de jefe por lo sucedido a posteriori- el malestar consiguiente para que no se desdibujen las coordenadas, que es mucho lo que están en juego y ya se sabe, a ambos nos interesa.

Lo dicho: aparentaba una polémica más, ni chicha ni limonada, un amago, todo lo más, porque ya a estas alturas el personal conserva el poquito de memoria reciente, hasta que llegó José Manuel Soria y mandó a parar. Un viaje del presidente del Gobierno, aunque sea a la maldita Cuba -no importa que don Manuel (Fraga) haya hecho buenas migas con el compañero comandante- criticado ni más ni menos que por el portavoz parlamentario: ¡Cómo va a ser eso!

El presidente del PP, más o menos alertado por el malestar de Coalición Canaria, apenas tardó en desautorizar a Miguel Cabrera, otrora ensalzado por él mismo a cuenta de ciertos poco afortunados versos dichos desde la tribuna. Lo que va de ayer a hoy en la política canaria. Que no se confundan opiniones dichas, en todo caso, a titulo personal, con la posición que al respecto pudiera tener el grupo parlamentario. Y por si no quedara clara la evidencia, es el propio Soria quien, tras expresar el apoyo total del ejecutivo al denostado viaje caribeño, subraya la condición institucional del portavoz que “debe tener -según dijo- todavía mayores cautelas con las cuestiones que públicamente se dicen”.

El sábado, entonces, "consummatum est". Soria le espeta a Cabrera que ha perdido la confianza en él. Y el portavoz, entre la desautorización pública y la pérdida telefoneada por el jefe, apenas tardó en presentar su renuncia. Ya se había cobrado CC otra pieza más. Y el PP, que no escarmienta.

O sea, que esta vez ni papas fritas ni voladores. Quienes ya están acostumbrados a desavenencias que, todo lo más, adquieren perfil alto cuando se acercan fechas electorales, ya saben: para desmarcarse, para acreditar ante el electorado propio un cierto prurito, una defensa de los valores y hasta unas dosis de orgullo político, en esta ocasión han comprobado que la controversia se ha zanjado con la caída de un portavoz parlamentario, incómodo para Coalición Canaria, que ya se atrevió a criticar un proyecto de ley en el que advirtió pasajes inconstitucionales.

El territorio, en conclusión, está perfectamente delimitado. Que los tuyos no se pasen, José Manuel, habrán sugerido desde el aparato presidencial y desde la dirección ‘coalicionera’. Que si se ponen así, ya sabes, los socialistas -qué ilusos- están a la espera, que para eso preparan votos de renovación congresual. Y un viaje a Cuba no merece más más tics ni amagos incordios: con lo bien que nos va, con lo fácil que resulta entenderse, con la lealtad de la que hemos hecho gala, con ese pedazo de proyecto que compartimos para Canarias, con la gobernabilidad viable pese a cuatro voces discrepantes… Todo por Canarias, lo único importante.

Al final, los fuegos artificiales han alumbrado la decisión dimisionaria de Miguel Cabrera. Una decisión de coherencia, vaya, la que podía esperarse.

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