La calle Tegueste, en
Punta Brava (Puerto de la Cruz), empieza a ser una causa compleja. Se hundió,
parcialmente, el pasado 13 de mayo, a pocos días de los comicios locales. Desde
entonces, por seguridad, fue necesario desalojar a los vecinos de algunas viviendas
y cerrar el paso por un extremo de la vía. Y desde entonces, una sucesión de
molestias y quebrantos. Fuimos de los primeros en reconocer que, por las
características del lugar, no iban a ser fáciles ni cómodas las soluciones. El
Ayuntamiento dispone ya, por lo visto, de los informes técnicos indispensables
para hacer viables las que proceda. Pero las circunstancias comienzan a ser
apremiantes: pasado mañana jueves se cumplirán tres meses del suceso.
Gabriella Gulleserian publicó en Diario de Avisos (domingo, 9 de agosto) un interesantísimo
reportaje sobre el drama que se vive en la calle Tegueste, en sus alrededores y
en el propio barrio. Se titula ‘La puerta de la esperanza’: es el relato de la
solidaridad y del desespero a la vez. Una historia convertida en causa de
justicia social. Una reivindicación, un canto en forma de pancartas, pegatinas
y declaraciones de distinto tenor -hay quien ha hablado de anexionarse a Los
Realejos- pero que convergen en la necesidad de una apremiante solución.
Ojalá que las administraciones se esmeren en orden a
agilizar la ejecución de tal apremio. Recelo hay en cualquier obra pública que
se haga en el Puerto: lentitud en la tramitación y mala suerte. Y dudas
agigantadas con actuaciones que chocaron con directrices de planeamiento y se
quedaron a medias (o a menos) o inconclusas, hasta surgir auténticos monumentos
al abandono, edificaciones fantasmagóricas que solo vienen a remarcar un
proceso de decadencia.
La puerta de la esperanza -por seguir utilizando el título
de Gulleserian- no solo debe ser la auspiciada por unas familias que permiten
el uso de una serventía de paso para que el resto de vecinos puedan acceder a
sus viviendas sino la que se abra para lograr que las familias desalojadas
vuelvan a sus hogares y para resolver los problemas colaterales que han ido
surgiendo desde el derrumbamiento parcial.
Pero ocurre que la esperanza debe materializarse con hechos.
Es natural que la gente ya no se crea nada, que desconfíe. Es hora de que las
palabras, las que deben ser transmitidas en forma de explicaciones veraces, se
traduzcan en soluciones físicas.
La complejidad de la causa de la calle Tegueste bien lo
exige.
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