“El reto es renovar el liderazgo competitivo”, vino a decir
la secretaria de Estado de Turismo, Isabel Borrego, en el curso de su
comparecencia en la comisión de Industria del Congreso de los Diputados para
explicar las previsiones presupuestarias del próximo año. Las cifras del sector
siguen siendo positivas, van de récord en récord. El empresariado, gozoso. Y
los responsables políticos, encantados. Ya saben que alguno ha dicho que la
crisis ya es historia.
Pero aunque
los registros no significan que estén todos los problemas resueltos, lo cierto
es que España -coyunturas internacionales incluidas- se sitúa en un primerísimo
plano de la competitividad. Entonces, se trata ahora de mantener los niveles
alcanzados, reflexionando con rigor sobre la evolución antes que dejarse llevar
por cantos de sirena que traen música de un nuevo crecimiento del sector
construcción. Lo de menos es que el ladrillo descontrolado sirviera para que se
enriquecieran incluso quienes no sabían nada del sector sino que contribuyó a una
despiadada masificación y a distorsionar la oferta, de forma tal que el negocio
pareciera inagotable. Pero, lejos de mejorarlo, se tornó complejo y sobrevivir
-o escapar- fue empresa ardua y difícil. Suerte que acompañan los atractivos
naturales y que algunas marcas tienen un valor consolidado.
De ahí la
importancia de las palabras de la señora Borrego. La ventaja competitiva en el
turismo, en efecto, se refiere a la capacidad o la habilidad de un destino para
emplear de manera efectiva sus recursos en el largo plazo, según convienen
distintos estudios especializados. Uno de ellos, referido a las cuatro islas
canarias más importantes desde el punto de vista turístico, obra de Rosa
Marrero y de Manuel Santana (Cuadernos de
Turismo, Universidad de Murcia), indica
que, con frecuencia, se considera que los destinos maduros, tradicionales y consolidados (como Canarias)
que buscan ser competitivos en base al precio están abocados al fracaso. “Y
esto es así -escriben- porque al estar ubicados en países desarrollados ocurre
que los costes laborales (y otros, como el precio del suelo) son mayores que en
otros destinos turísticos emergentes localizados en zonas de medio o bajo
desarrollo (Marruecos, Túnez, Croacia, Turquía o el Caribe). Por tanto, la
alternativa es la diferenciación”.
Renovar ese
liderazgo -por seguir con la idea de Borrego- implica la búsqueda de modelos
diferenciados, allí donde se precise, allí donde la obsolescencia ha terminado
predominando o donde se ha alcanzado la excelencia y ahora se quiere conservar
y cualificar. Ya se verá si las
cantidades consignadas en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) son
suficientes (un 2,69% más que en el presente ejercicio), sobre todo para
mantener la competitividad del sector frente a otros mercados internacionales.
Para promoción, por ejemplo, habrá 37 millones de euros, un 7% más que en el
presente ejercicio. Se espera cerrar el año con la llegada de más de 65
millones de turistas.
Si el
turismo es el sector productivo que más riqueza ha generado, el que ha
minimizado los efectos de la crisis y el que más empleo ha creado -es verdad
que no en la medida que señalan los índices de crecimiento-, si se puede
interpretar que es difícil superar ciertos registros y si se admite que la
capacidad de carga para permeabilizar o soportar la afluencia de visitantes es
ya bastante elevada, renovar el liderazgo competitivo se convierte en un
auténtico desafío, una tarea de primera división en la que nadie debe sentirse
ajeno.
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