lunes, 22 de mayo de 2017

COLABORADORES

Eran atentos y puntuales. Son las dos primeras cualidades que deben ser destacadas. Atentos a la actualidad, a la evolución de los asuntos que solían plasmar en sus textos y a la vida cotidiana de la que ya formaba parte su relación con el medio. Puntuales para hacer llegar -a veces, por su propio pie, esto es, llevar el escrito a la sede o a la redacción- en el plazo muchas veces convenido sobre la marcha, sin necesidad de concertar documento alguno, el artículo convertido en la prueba de la colaboración.

El colaborador, los colaboradores. Su figura fue siempre importante en los medios escritos. Había gente que compraba el periódico determinado día porque entonces se insertaba su aportación. Lo mismo pasaba con publicaciones no diarias. Se aguardaba su aparición para leer y seguir el estilo que gustaba. Algunos crearon escuela y terminaron con una sección fija. O se convirtieron en columnistas. Lo más importante: su producto no era relleno. El valor se lo otorgaba el propio medio por el mero hecho de publicarlo. Primera señal de respeto.

El perfil era de lo más variado. Jóvenes con inquietudes literarias, por ejemplo o ilusionados con ver su nombre en los papeles para ir creciendo y abriéndose un espacio. O personas menos jóvenes, amantes de la escritura y dispuestos a escribir sus impresiones de la vida en general, de la actualidad o de algúna materia en la que, por afición, conocimientos o seguimiento, se iban especializando. Profesionales y funcionarios que, en su tiempo libre, volcaban sus ideas y sus apreciaciones procurando mecanografiar sin errores ni tachaduras para que las correcciones, si las hubiera, merecieran el último crédito antes de la publicación.

La crisis se llevó por delante a muchos colaboradores, incluso a los que ya mantenían una relación consolidada, basada en la lealtad, en los años en que, con solución de continuidad, sus trabajos fueron viendo la luz. Es verdad que, durante mucho tiempo, no percibían emolumentos. Sus escritos eran por amor al arte. Los que terminaron logrando un reconocimiento retributivo -en función del número de textos publicados, por ejemplo- vieron truncado ese ingreso extra cuando alguien -el director, probablemente- tuvo que comunicar -con pesar, seguro- que ya la empresa no abonaría sus colaboraciones y que era libre de intentarlo en otro medio o de seguir pero sin nada a cambio.

El colaborador, los colaboradores. Escribían libremente, sin necesidad de recibir influjos o sugerencias desde los responsables ejecutivos del propio periódico cuyo contenido terminaban cualificando con esa obra, por lo general, paciente y esmerada. Y hasta documentada. Había lectores que pasaban de su aportación y otros que la aguardaban.

Las dinámicas mediáticas han cambiado y los colaboradores también se han visto afectadas. Ya se precisa algo más que su voluntarismo de hace unas décadas. Pero su papel fue siempre respetable y como tal debe ser reconocido.

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