viernes, 26 de mayo de 2017

PRECARIEDAD Y SUBEMPLEO



El pasado mes de febrero, la Comisión Europea (CE) advertía del “uso generalizado” de los contratos temporales en el mercado laboral español y de sus consecuencias negativas en el sistema económico productivo de nuestro país. El informe ponía el dedo en la llaga de la precariedad en el empleo, circunstancia que se viene destacando por las centrales sindicales y otros actores sociales cada vez que las estadísticas reflejan crecimientos que el Gobierno traduce con más aires triunfalistas de lo debido.
Lo peor de los contratos temporales, como se ha dicho en otras ocasiones, es que a duras penas sirven como soporte o trampolín de trayectorias laborales estables y, además, están asociados a malas condiciones de trabajo. Este último concepto incide en los riesgos de aumento de la pobreza y exclusión social. En este sentido, se estima que el uso excesivo de la contratación temporal es aún más preocupante en cuanto que sobresalen, en las modalidades utilizadas, las de corta o muy corta duración.
No es de extrañar entonces que el riesgo de pobreza en nuestro país, a pesar de la reducción experimentada en los últimos años, siga siendo alto e incluso crezca, no solo entre los menores de edad, sino entre las personas que sí disponen de un puesto de trabajo. El informe de la CE señala la cobertura limitada de beneficios sociales -aunque hace una excepción con las pensiones- y apunta que “la falta de coordinación” entre empleo y prestaciones sociales “deja a muchos desempleados sin apoyo a sus esfuerzos por entrar de nuevo en el mercado laboral”.
A estos factores hay que sumar los del subempleo, un concepto que globaliza a aquellos trabajadores a tiempo parcial que desean trabajar más horas. Los más recientes datos de Eurostat ponen de relieve que España es el segundo país de la Unión Europeo con mayor volumen en esa materia: 1,41 millones de trabajadores y el 7,7% de la población ocupada cifran ese subempleo, solo superado por Chipre. Es cierto que el subempleo ha disminuido en los últimos años. Llegó a ser del 9,1% en 2013. Y un año después, casi uno de cada diez empleados quería trabajar más horas de lo que en la práctica hacía. No deja de ser curiosa esta circunstancia que debería ser tenida en cuenta por los empleadores, sobre todo cuando está acreditado que el empleo a tiempo parcial ha sido de las pocas opciones de ocupación que ha crecido durante toda la crisis.

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