miércoles, 24 de mayo de 2017

ESMERARSE CON LA MEDICINA DE FAMILIA



En el complejo universo de la asistencia sanitaria, siempre estuvo claro que la atención primaria ha de erigirse en un sólido pilar del Sistema Sanitario Público, de modo que cuando se publican datos y cifras sobre la evolución de dicha atención y se contrasta el aumento de las dificultades que los propios profesionales, se desata la natural preocupación. La sanidad es algo muy serio, nos debe interesar a todos y quienes tienen a su cargo la importante responsabilidad de las prestaciones precisan de las mejores condiciones para llevar a cabo sus tareas.
La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SEMFYC) aprovechaba la conmemoración del pasado Día Mundial de la Medicina de Familia para reivindicar un incremento de cuatro mil quinientos facultativos en el cuerpo de médicos de atención primaria para alcanzar el cupo de 8,6 profesionales por cada diez mil habitantes y así acercarse a los estándares europeos.  De su planteamiento, se obtiene el dato canario: en la Comunidad Autónoma harían falta mil cuatrocientos ochenta y seis médicos más para llegar a la media europea.
En España, actualmente, la media nacional de médicos de familia se sitúa en 7,6 por cada diez mil habitantes, una cantidad que la SEMFYC considera baja si se la compara con los 9,6 doctores que tiene de media el conjunto de Europa para este número de ciudadanos. El presidente de esa organización, Salvador Tranche, ha declarado que el aumento se debe producir de forma gradual y reconoce que “sumar un médico de familia más por cada diez mil habitantes permitiría mejorar la calidad asistencial que reciben los ciudadanos”.
Recordemos que sobre los médicos de familia recaen las competencias de atención integral a las personas, la continuidad asistencial, el trabajo con la comunidad, la atención domiciliaria, el abordaje familiar, la actualización permanente y la inquietud por garantizar una buena integración de la atención a la salud entre los diferentes actores que engrosan el sistema sanitario público.
Por tanto, si se acepta que hay un déficit estructural de profesionales en centros de salud y dispositivos de cuidados críticos y urgencias y que el sistema para la cobertura de permisos y salientes de guardia (sin olvidarnos de los contratos a tiempo parcial) no funciona de modo eficiente, es lógico que las administraciones públicas se esmeren para aumentar los recursos reales y robustezcan el sistema sanitario público.
Deben priorizar e invertir. No les queda otra.

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