El
pasado Día Mundial de la Libertad de Prensa dio para un generoso
debate, entre lo reivindicativo, los propósitos y la deontología
como soportes. De nuevo, alusiones al periodismo sin presiones, el
que teóricamente propiciaría un auténtico periodismo en libertad;
y la función de los medios, estudiada en planes educativos en busca
de mentes críticas para tiempos críticos, otro de los lemas
predominantes. En efecto, se trata de cultivar el
papel de los medios para el avance de sociedades más pacíficas,
justas e inclusivas. (Por cierto: el asunto está relacionado con la
Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un plan ambicioso de
quince años que compromete a los Estados Miembros de las Naciones
Unidas y a sus organismos especializados a trabajar por la
prosperidad, la paz y el desarrollo a nivel mundial. El papel del
periodismo, según señalan algunos profesionales, es central para
alcanzar el Objetivo 16 de la Agenda, que aspira a facilitar el
acceso a la justicia para todos y a crear instituciones eficaces,
responsables e inclusivas).
En
el seguimiento de las aportaciones al debate, nos quedamos con una de
aparente obviedad en el título, “Las noticias falsas no son
periodismo”, pero de indiscutible interés entre tanto sesgo, entre
tanta manipulación, entre tantas invenciones y entre tanta posverdad
como, tristemente, se va imponiendo.
Lo
ha escrito Irina Bokova, directora general de la UNESCO, una de las
mujeres más influyentes en el mundo durante 2016, según la revista
Forbes,
quien
plantea, abiertamente, los desafíos que han de afrontar los
profesionales del periodismo en nuestros días. Dice Bokova: “Las
noticias confeccionadas a partir de una investigación rigurosa y con
datos verificados compiten contra contenidos compartidos en redes
sociales que a menudo están muy lejos de apegarse a estándares
periodísticos de calidad. Es en las redes sociales donde más vemos
que el número de clics y la supuesta primicia predominan sobre las
noticias y los comentarios debidamente verificados. Todo ello
complica todavía más la defensa de la libertad de prensa, la cual
continúa siendo reprimida injustificadamente en varios lugares del
mundo”.
Además
de las redes sociales, habría que añadir los canales emisores no
convencionales -algunos, incluso, ilegales- y los subproductos
mediáticos, surtidos para satisfacer diversos intereses. Ahí
también abundan las falsedades y no digamos las opiniones derivadas
que, aunque libres, suelen dar pie a insultos, descalificaciones y
hasta difamaciones.
Irina
Bokova, tras destacar que el periodismo desempeña un papel esencial
para la sociedad, concluye que las noticias falsas no son periodismo
a partir de que “la información fruto de una investigación
rigurosa y con datos verificados compite contra contenidos en redes
sociales que, a menudo, están muy lejos de ajustarse a estándares
de calidad”. Por consiguiente, hay que trasladar a la ciudadanía
noticias confiables y ofrecer información verificada para que la
gente se forme una opinión propia y bien fundamentada. “Es un
proceso que contribuye a forjar nuestra identidad, nos ayuda a
entender el mundo y contribuye a generar cambios significativos para
construir un futuro mejor”, escribe la señora Bokova.
Convenimos
en que el periodismo libre e independiente fortalece la democracia,
la justicia y el Estado de derecho. Y por supuesto, somos conscientes
de que el periodismo es necesario para combatir la desigualdad
económica y alinearse con otras causas como pueden ser los derechos
de la mujer y la lucha contra el cambio climático. De ahí, el
repudio a las noticias falsas, antes conjeturas y supuestos; ahora,
carne de publicación precipitada y fines espurios. La directora
general de la UNESCO es tajante al respecto:
“Cada
ciudadano tiene capacidad para influir en la calidad del ambiente
informativo que lo rodea. Las noticias falsas seguirán
reproduciéndose si consideramos que una noticia es noticia sólo
porque lo parece. La ausencia de pensamiento crítico únicamente
acelera su propagación. A través de la alfabetización mediática e
informacional se pueden crear defensas para combatir este fenómeno
en cada individuo”.
Más
rigor, más autoexigencia, más ética. Más verdad, en definitiva.
Lo otro no es periodismo.
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