jueves, 18 de mayo de 2017

OCIO REGULADO

Será interesante conocer qué recorrido tiene -y cuál será su alcance- el contenido del tercer Encuentro de la Red Vivre la Ville en Europe! (en español, Vivir la ciudad en Europa!), que agrupó el pasado mes de marzo, en Madrid, a representantes de más de ochenta ciudades que debatieron sobre problemas comunes, especialmente los relacionados con el ocio nocturno. La situación se va haciendo cada vez más complicada para todos, desde el tejido empresarial hasta el legítimo derecho al descanso como conceptos que igual se sitúan contrapuestos en el propósito de crecer, ampliar negocio y generar empleo, y la pérdida de calidad de las condiciones de vida. La convocatoria sirvió, además, para estudiar más detalladamente la renovación de las formas de participación política y organización de la sociedad civil, contribuyendo a un proyecto colectivo capaz de afrontar retos fundamentales para el futuro de las ciudades, como la habitabilidad de sus centros históricos o la denuncia de las prácticas sociales no reguladas, especialmente relacionadas con el mal llamado ‘ocio nocturno’, que amenazan la sostenibilidad y el futuro de los barrios residenciales de los centros históricos de muchas urbes.

El conjunto las diferentes administraciones y la propia Unión Europea (UE) dispondrán, para su ulterior determinación, de algunas bases convergentes con las que se intenta prevenir los males ya detectados, corregir los desvíos y, en definitiva, crear hábitos saludables en espacios que son de todos y en los que los derechos de cada cual deben ser respetados. Por ejemplo, las ofertas turísticas, festivas, lúdicas y gastronómicas deben enmarcarse “en horarios y condiciones no lesivos para la salud de los residentes en los centros históricos de las ciudades”, según el avance de las conclusiones del citado Encuentro.

Muchas de las asociaciones vecinales participantes están a favor del “ocio regulado” pero reclaman voluntad política para contribuir a alcanzar normativas satisfactorias y no plegarse a inhibiciones o presiones empresariales o de 'lobbies' y grupos de interés que dificultan posibles acuerdos y su incidencia en los propios comportamientos sociales. Esa idea, “ocio regulado”, evitará, teóricamente, que las zonas de bares y terrazas de núcleos urbanos concretos y de zonas residenciales se conviertan en lo que ya se conoce como “bar continuo”.

La presión turística, el ruido o el exceso de ocupación de la vía pública traen como consecuencia problemas a los que se enfrentan -muchas veces sin ordenanzas operativas o sin saber qué hacer- las administraciones locales. Pero es que, además de los derivados del ocio, hay que afrontar problemas de conservación, mantenimiento y protección de centros urbanos históricos, de alto valor patrimonial, social y cultural, que quedan a expensas de acciones vandálicas o delictivas difícilmente controlables. La seguridad, en efecto, es otra de las asignaturas que hay que aprobar en este que no parece fácil examen. Se trata de que esos centros no se conviertan en meros centros de ocio. Y como el argumento de la actividad económica y de los empleos muchas veces no se sostiene, habrá que esmerarse para que todos cuantos forman parte del sistema productivo se integren responsablemente y contribuyan a que la calidad de vida se algo más que una frase hecha o un concepto teórico.

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