domingo, 23 de diciembre de 2018

BALCONES, ELEMENTOS DISTINTIVOS (y II)

Tomás Méndez Pérez nos ofrece las Canarias de los balcones, nada que ver, por cierto, con el concepto empleado en un debate ideológico-político reciente a propósito del modelo territorial. Aquí sigue asomando más gente que banderas, salvo en época de fiestas o celebraciones varias. Aún es posible observar, como escribe Carmen Camacho en Diario de Sevilla, “vecinas en las barandas, toldos, ropa tendida, tiesto y charla al fresco”. Esa es la vitalidad de los balcones que “son la calle en la casa, la casa en la calle, una fracción liminar y en lo alto”, dice Camacho.

Balcones abiertos y descubiertos, clasificación a partir de la cual el autor establece trece subtipos diferentes de la primera modalidad y cinco de la segunda, con profusión fotográfica y breves textos histórico-descriptivos, dan contenido al libro que hoy presentamos, un estudio riguroso, exhaustivo y científico del balcón canario, tal como apunta el profesor Arbelo García en su prólogo, que concluye despejando las dudas sobre los orígenes del balcón tradicional canario.

Miren por donde, quienes creíamos en antecedentes andaluces, debemos beber en otras fuentes: en el norte peninsular, Cantabria, Euzkadi, Navarra, Aragón, Asturias, Galicia e incluso Catalunya, es donde hay que situarlos. El prologuista remata precisando que Méndez, basándose en una amplia y variada documentación, establece “el máximo esplendor del balcón canario en la centuria del siglo XVIII, época en la que aparece con mayor frecuencia la ornamentación en los cojinetes con motivos, de tipo vegetal, o geométricos. No obstante, alude a la existencia, más bien aislada, de balcones parecidos a los nuestros en el sur y en Levante. Como en Cazorla, por ejemplo, al norte de Jaén donde se contemplan “balcones de madera con balaustres torneados y cubiertos con un pequeño tejadillo”.

Pero nos interesan, sobre todo, las vicisitudes de las balconadas de las islas, hechos a los que se refiere el autor, como las solicitudes hechas al rey Felipe II por los regidores de San Cristóbal de La Laguna y Santa Cruz de la Palma para que fuesen regulados su construcción y su uso, en previsión de incendios y de conflictos entre vecinos de salubridad e higiene. El monarca llegó a prohibir la dotación como tal.
Hasta el movimiento surrealista, en su célebre reunión de Tenerife en 1932, se ocupó de los balcones tradicionales aunque éstos no salieran bien parados en sus reflexiones y críticas artísticas.
Vicisitudes también registradas en América y de las que habla con profusión el que fuera catedrático de Historia del Arte Hispanoamericano de la Universidad de Madrid, Enrique Marco Dorta, quien visitó varios países invitado por artesanos canarios.
Y otro testimonio analítico muy valioso, el del profesor de Historia de América de la Universidad de La Laguna, doctor Manuel Hernández González, quien informa a Tomás Méndez de la profusión de estos elementos constructivos y distintivos en ciudades de distintos países, desde Estados Unidos a Puerto Rico, desde Cuba a Venezuela y Colombia. En ciudades como San Juan, La Habana, Maracaibo, Coro, Bogotá, Cartagena de Indias, los balcones proliferan acaso para probar de alguna manera una proyección de la geografía, de la arquitectura y del costumbrismo de las islas.

En Balcones tradicionales de las Islas Canarias, Méndez Pérez se ha esmerado para describir las fachadas de las casas con balcones y hacer una síntesis de sus promotores, a lo largo, como él mismo dice, de pagos, lugares y pueblos de las islas. Su obra no es un minucioso rescate de fotografías antiguas o actualizadas sino un canto a los valores patrimoniales de las islas, un relato riguroso desde el punto de vista cronológico, complementado con una clasificación que permite contrastar la variedad de la tipología: balcones cubiertos, cerrados de tablas, con y sin escaleras; balcones de mampuesto y cristales; los cerrados de cristales, con balaustres y cojinetes; aquellos cerrados de celosías; los cubiertos, de antepecho de mampostería, de tablas o de cuarterones; también los hay de listones verticales y cruzados y ejemplos gráficos de balaustres planos recortados también aparecen.

Las páginas se van sucediendo y despiertan el interés textual y visual del lector que va descubriendo rincones desconocidos o de otra época, que va recreándose en testimonios de un patrimonio histórico y artístico que refleja la creatividad y el tesón de los canarios.
Un glosario de términos que facilita la lectura y comprensión de la amplia terminología que se deriva del estudio de los balcones isleños -volvemos a remitirnos al prólogo del profesor Arbelo García-, suplementa una obra de doscientas páginas de indudable interés bibliográfico.

La escritora y actriz grancanaria Josefina de la Torre, vinculada a la Generación del 27, se hubiera sentido encantada con su lectura. Ella, que imaginó a la persona amada, “Tú en el alto balcón de tu silencio...” que olvidó la señal para su barco hasta perderse en la niebla de un encuentro y dejar sembrada la incertidumbre. Desde cualquiera de estos balcones, hubiera escrito o declamado con elegancia estilística.

Y es que siempre fueron elementos aptos para la inspiración poética. Que se lo digan al autor realejero Juan Marrero González, con uno de cuyos poemas, “Balcones canarios”, seleccionado también para su libro por Tomás Méndez Pérez, concluimos esta presentación:

Adustos y recios balcones canarios
en donde la tea al cedro hermana,
la fuerza del Cuzco a la paz castellana...
Firmeza y nobleza de los campanarios.
En tórridos días templados solarios,
el aura bebiendo en la fresca mañana,
luciendo claveles con gracia gitana,
en noches de luna rezando rosarios...
Así os he visto y os tengo guardados
adentro del alma... Cual templos sagrados,
adonde el recuerdo es gozo y tristeza...
El libro más bello de niño leído:
del mar a la cumbre mi valle florido
llenando mis ojos de luz y belleza”.



Adustos y recios, sí señor. Templos para albergar los preciados bienes de los recuerdos. Desde donde la contemplación de la luz y la belleza se convierte en un ejercicio sugerente.

La lectura de las páginas de Balcones tradicionales de las Islas Canarias, también. Compruébenlo.


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