martes, 4 de diciembre de 2018

EL SUCESO POLÍTICO DE ANDALUCÍA

Empieza a ser digerido el suceso político de Andalucía, superadas las primeras sacudidas. Siquiera para descubrir las paradojas.
La tentación del poder vive arriba y la coyuntura de acceder no va a ser desaprovechada por quienes tenían el mismo objetivo, bien esgrimido por lo prolongado en el tiempo del ejercicio.
Se suceden algunas protestas ciudadanas, en la que es posible que hayan engrosado unos cuantos abstencionistas. A buenas horas. Además, manifestarse en contra de resultados limpios en las urnas, no es muy lógico que digamos.
Lo que son las cosas: con los peores registros en su historia, el candidato del Partido Popular puede ser presidente de la Junta.
Ciudadanos tiene la llave y el tablero de ajedrez que se juega desde la noche del domingo cada movimiento que haga será determinante. Curioso que en Catalunya, habiendo ganado, no diera un solo paso para concertar fórmulas de gobernabilidad y en Andalucía -bien es verdad que habiendo aumentado votos y escaños- se lanza hasta por la presidencia, siendo terceros.
Un PSOE perjudicado por la abstención la desmovilización de los progresistas ha sido épica- y porque la derecha catalana independentista juega a favor de la derecha española hace mal, muy mal, si responsabiliza a una sola persona del tremendo revés, metiéndose en una espiral de luchas intestinas de imprevisible final cuando en el horizonte se divisan comicios de todo tipo. A los perjuicios señalados, hay que añadir los errores propios, aunque paradójicamente, en la campaña y en los debates, Susana Díaz no solo se paseó sino que fue la única que habló de programa y de propuestas. Ahora es cuando un partido con sólida experiencia institucional tiene que acreditar su madurez.
Los extremos no se tocan, evidentemente. Por la izquierda, ahora con Andalucía Adelante, solo les anima sobrepasar al PSOE y, si es posible, eliminarlo de la liza. Así las cosas, ya van dos citas electorales consecutivas cuyos resultados evidencian una estrategia equivocada. El relato de Iglesias en la noche electoral fue penoso. En el otro extremo, rienda suelta a la euforia: tan solo veinticuatro horas después, cuando los consumidores de información más curiosos se acercaron al contenido de un programa que no era programa y conocieron más detalles de la trayectoria de su candidato a la presidencia, empezaron a llevarse las manos a la cabeza. Y encima hay que leer o escuchar: la ultraderecha ha venido para quedarse. O que es un partido transversal justo el que pretende suprimir el modelo autonómico y la institucionalidad. Primero, riendo las supuestas “gracias”de un grupúsculo. Y luego, sembrando en los cada vez más numerosos y amplios surcos del descontento y la desafección, lo cierto es que irrumpe con doce escaños. Y a sus posibles socios no les hace ascos. Será interesante ver cómo éstos despliegan los alfiles sobre el tablero. ¿En qué estará pensando Felipe González cuando afirma que no hay que demonizar a la ultraderecha rampante? Parece mentira. ¿Qué más tiene que pasar para entender que con esa formación no se puede jugar? Solo baste con mirar a Francia o Alemania.
Será una partida interesante que empieza, por cierto, cuando se constituya la Mesa del Parlamento, allá en víspera de los Santos Inocentes. ¿Quedarán inocentes en esta Andalucía de sorprendentes resultados electorales?
Por si alguien responde afirmativamente: olvídense de encuestas, debates o soportes varios. La clave ahora -y en el futuro- está en el manejo de las redes sociales. 

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