viernes, 28 de diciembre de 2018

MUSEO A LA DERIVA

Pintan bastos en el Museo Arqueológico Municipal (MAM) del Puerto de la Cruz. Según el Grupo Municipal de Asamblea Ciudadana Portuense (ACP), en la oposición, lleva año y medio cerrado, con negras perspectivas: las dependencias necesitan un reacondicionamiento (principalmente, el espacio de exposiciones) pero el gobierno local no parece estar por la labor. Y eso que dispone de consignación presupuestaria: unos ciento veinte mil euros, en principio destinados al arreglo de vitrinas y a la mejora interior del inmueble. No han ejecutado un solo euro, se queja -y con razón- el portavoz de la ACP.

El Museo Arqueológico de la ciudad turística es otro recurso, como el Jardín Botánico, desperdiciado. Y como el Mirador de Ventoso. Lo peor es la realidad, que no la sensación, de abandono. ¿Volvemos a escribir que los portuenses, salvo excepciones, han acreditado tener un escaso apego a sus recursos y valores patrimoniales? Pues volvemos: los hechos nos dan la razón. Hay que ser más consciente y más sensibles con ciertos valores. Tanta indolencia, tanta desidia... Y eso que, en el caso del Museo, es innegable, tal como enfatiza su infatigable directora-conservadora, Juana Hernández Suárez, que fueron parte activa de su génesis, que data de los años setenta del pasado siglo hasta materializarse en 1991. Hasta tres mil firmas fueron estampadas para impulsar no la reapertura de una sala de arqueología, germen de la iniciativa, sino la creación de un nuevo museo, con propiedades de tal y sede estable, ajustado a las colecciones de las que se disponía y a los avances culturales y científicos de la época. Repasando la trayectoria, podría hablarse de una historia de tenaz empeño popular sustanciada en un atractivo modelo de proximidad social. La sensibilidad y el entusiasmo de Paco Afonso, siendo alcalde, fueron determinantes.
Ubicado en una vieja casona del siglo XIX, adquirida por el Ayuntamiento, restaurada por el arquitecto José Miguel Márquez, y que da a las calles San Felipe y Lomo, el Museo Arqueológico Municipal es una de las dotaciones culturales más importantes de la ciudad y de la isla. Un Patronato regula e innova sus actividades. Buena parte de los fondos proceden de donaciones o aportaciones privadas. Celestino González Padrón, Telesforo Bravo Expósito, la familia Gómez, y los herederos de Luis Diego Cuscoy son nombres destacados en esa historia de más de veinticinco años y en sus antecedentes. Hay una llamativa colección de cerámica aborigen, restos momificados guanches, utensilios, mapas, maderas, piedras punzones y anzuelos de hueso. Esa colección constituye la mayor y más representativa muestra de alfarería guanche de toda la isla. Con los responsables del Museo nos hemos percatado del celo para investigar en nuestro pasado más remoto y para conferir al “conservacionismo” aplicado al arte el valor que realmente entraña.

Pero lo dicho: pintan bastos para el MAM. Cuando lo visitamos por última vez en ocasión del Festival Periplo, no imaginábamos que la situación fuera tan delicada, hasta el punto de este cierre sine die. Es un museo a la deriva. Se supone que el gobierno local debe dar explicaciones. No sabemos si será mucho suponer. Como hasta hace unas semanas iba la biblioteca municipal 'Tomás de Iriarte', cerrada por la tardes. Suma y sigue. Un centro, el Museo, Arqueológico, que se ha implicado en la dinamización y desarrollo de la ciudad, fomentando, sobre todo, la participación social, no merece tanta desatención. En un comentario anterior ya dijimos que había muchos surcos, mucha simiente y muchos registros. Pero sufre de ese mal, el abandono, que cuando se enquista, causa estragos. Y una pena...

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