viernes, 14 de agosto de 2020

LORENZO, EL ETERNO

 

Las canas que peina Lorenzo Dorta García dicen mucho de su dedicación y de su compromiso. Ni la COVID-19 pudo con él. Y algunos otros quebrantos de salud anteriores también fueron superados. La tenacidad fue su punto fuerte. Jamás se arrugó este todoterreno de la política que fue alcalde de su municipio, Garachico, una pila de años y consejero del Cabildo Insular de Tenerife, otra pila. El embajador de la Isla Baja por antonomasia, el que se desplazaba a diario hasta Santa Cruz, en su propio vehículo. El hombre al que ya en trance de jubilación, pidieron que se hiciera cargo del Consorcio Daute-Isla Baja, integrado por los ayuntamientos de Garachico, El Tanque, Los Silos y Buenavista y el Cabildo tinerfeño. A regañadientes aceptó pero ‘solo’ estuvo veintidós años al frente. Ni registrando escritos accedieron a su voluntad de dejarlo.


Ahora parece que su retirada va en serio. Si no fuera porque ya se conoce hasta su sustituto, el silense Gregorio Pérez Medina, que ejerce desde el pasado mes de mayo, habría que poner entre interrogantes ese cese. A Dorta le conocimos desde que colaborábamos en La Tarde y hacíamos información deportiva en Radio Popular de Tenerife. Él fue quien nos presentó a su antecesor, Pascual González Regalado, a Carlos Acosta, estupendo escritor, y a Javier López, jugador que fuera del Tenerife antes de entrenar a Puerto Cruz, Gara y Realejos y tener a su cargo la Escuela de Entrenadores de la Federación Tinerfeña de Fútbol. Era un apasionado de este deporte, tal es así que algunas ideas inculcó a Juan Carlos Alemán Santana quien, teniendo plaza de maestro en Garachico, desempeñó aquí su primer destino político como concejal portavoz socialista elegido tras los comicios locales de 1979. Alemán nos dijo una vez: “Yo no entiendo ni me gusta el fútbol. Pero Lorenzo hace que te escuche todos los días”.


Y en un Tenerife-Las Palmas, por cierto, en el Heliodoro, coincidimos a la entrada en busca de butaca. Llevaba la camisa empapada y en marcado tono irónico le dijimos que quien lo veía podía pensar que venía del gimnasio. En el mejor de sus tonos, replicó que estaba llegando del hospital donde, para recuperarse de su afección, era sometido a una de esas sesiones clínicas que tanto hacen sudar (No sabíamos nada de su dolencia y no articulamos frases para disculparnos. Era para meterse debajo de la butaca, desde luego. Sobrellevamos el trance de la forma más distendida posible).


Político nato, por tanto, que ejerció en el régimen político anterior y vivió a tope la transición democrática. Fue amigo personal de Adolfo Suárez cuando el duque aún no era tal pero ya paseaba sus encantos por las islas. Luego vino aquel desencuentro por el cambio de siglas (de UCD a CDS) pero en el nomenclador quedó para siempre la avenida rotulada con el nombre del presidente. Siguió los pasos de otros centristas que abrazaron el nacionalinsularismo. Hasta que dejó paso en la alcaldía a Juan Manuel Nelly y él prefirió los cometidos cabildicios, que ya conocía por cierto.


Lorenzo Dorta cultivó amistad personal con Rafael Caldera, profesor de Derecho del Trabajo, presidente en dos ocasiones de la República de Venezuela, fundador del Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI), autor de varios tratados de ciencias políticas y un reconocido experto en la figura del lingüista Andrés Bello. En cada visita a la isla, acompañado de su esposa, Alicia Pietri Montemayor, ahí estaba Lorenzo para hacer de anfitrión.


Lo de misión cumplida aplicado a Dorta, se queda corto, claro. Desde su último cargo, contribuyó a desarrollar la comarca. Valgan estos exponentes: su localidad natal dispone de una instalación portuaria que acabó con un déficit prolongado; Buenavista acogió campo de golf y hotel; Los Silos registró mejorar en su litoral y una carretera que liberó al casco y El Tanque pudo abrir su ecomuseo después de esperar más de una década.


Tenacidad y perseverancia, sus cualidades, acreditadas con sus amigos y adversarios políticos, a los que respetó. Como el Roque, resistió los embates. Le gana, por fin, su familia. Lorenzo, el eterno.



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