Se acabó lo que se daba en América del Norte. O bueno, hasta que los tribunales decidan si Donald Trump –que no es, ni mucho menos, el gran derrotado- emprende hasta el final, hasta la Corte Suprema, una revisión de los resultados que le van a alejar de la Casa Blanca. Pero no parece que la vía de los tribunales vaya a ser un camino expedito: al contrario, bastante daño ha causado ya el magnate y político republicano, a la democracia y al propio sistema electoral estadounidense, como para que ahora espere que la justicia descubra trampas y resuelva restituyendo votos o haciendo repetir comicios, cualquiera sabe.
Mejor harían los republicanos en analizar y valorar cómo los demócratas se adelantaron y tomaron ventaja en el voto por correo en tiempos de pandemia. Y cómo frente a los mensajes populistas y los discursos excluyentes, brotó la cercanía y el tono mesurado de un candidato corredor de fondo a quien, además, le adjudicaron una número dos que reunió todas las papeletas para erigirse en revelación, en tanto Pence, por cierto, se diluía en su grisura. Mejor diseccionar las razones que movieron a tres importantes cadenas de televisión—una de ellas, la que él mismo controlaba- interrumpir la intervención del todavía presidente mientras los locutores explicaban, en tono crítico, que el corte se debía a que las denuncias de Trump no respondían a hechos probados.
¿Queda el trumpismo? El tiempo lo dirá. Buena parte del mundo, esa que siempre recela de América, de su poderío, de la supremacía, parece ahora respirar aliviada. Trumpismo sin Trump al frente parece difícil de madurar y expandirse. El vaticinio de que su liderazgo se evaporará –con toda la relatividad de los pronósticos- es acertado. Ese estilo de hacer política, en cualquier caso, que respondía a caprichos y extravagancias, a imposiciones y no hay más que hablar, no era el más edificante. Sufrió la democracia y dio pie a que se fracturase la sociedad norteamericana. El resultado –a la espera de la prórroga judicial- proclama, en efecto, una polarización histórica que Joe Biden, presidente electo, acompañado de la revelación Harris, tendrá que lidiar e ir manejando con destreza porque ya se sabe lo que son los pueblos divididos. Y el mundo no está para más desgracias.
1 comentario:
¿Cómo de cegador será el fanatismo que ve la paja a 6 o 7 mil kilómetros y no ve la viga en el lugar que vivimos? La credibilidad queda muy tocada, demasiado.
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