Las imágenes de periodistas agredidos en Caracas y en otros puntos de Venezuela tiñen de más incertidumbre la convulsa realidad del país. Extraña y contradictoria manera de entender la libertad de expresión: cerrar emisoras, amenazar y agredir a profesionales de la comunicación.
Una luz se encendió en las tinieblas y el ministro del Poder Popular de Relaciones Interiores y Justicia tuvo la decencia de condenar las agresiones y legitimar a los venezolanos que estaban manifestándose pacíficamente por un derecho fundamental. No basta o es insuficiente pero siempre es de agradecer que en el caos aparezca algo de sensatez.
Leopoldo Castillo, uno de los más afamados periodistas de la televisión venezolana (Globovisión), encarna la defensa de la expresión libre y del pluralismo. Debe estar más que amenazado. No importa: él sigue. En su tono crítico, en una línea discrepante del régimen. Pinchando en el siguiente enlace, se puede contrastar su altura moral, su ética cívica y periodística y su compromiso con las libertades:
Claro que por aquí también hay episodios que claman al cielo. Puede leerse en un periódico digital (canariasahora.com) que el alcalde de Candelaria (sur de Tenerife) no ha sido entrevistado por la RadioTelevisión Canaria porque el director general de ésta así lo ordenó a sus redactores, a cuenta de un enfado personal.
Es, cuando menos, insólito: un alcalde constitucional, elegido por el pueblo con mayoría absoluta, no puede testimoniar en una celebración de las fiestas de la localidad en medios de comunicación públicos porque su máximo responsable se encapricha.
Allá, en Venezuela, hablan del socialismo del siglo XXI. ¡Vaya socialismo! Aquí, medios de comunicación públicos vetan al primer representante de la voluntad popular de un pueblo.. El mundo al revés. ¿A dónde iremos a parar?
1 comentario:
Hla Salvador: Ante todo, gracias por la comprensión y al solidaridad con nuestra situación en ésta, una vez llamada, tierra de gracia. Se nota que el sol ya no puede seguir ocultándose con un dedo y que la verdad se desborda aunque los obtusos de siempre intenten la justificación tratando de aplicar capas de pintura ideológica. El problema más grave es la facilidad con se imita y se reproduce lo malo, lo infeliz, como es tratar de coartar la libertad de expresión. Afortunadamente, al final, los censores se quedarán solos, porque el poder, no importa quien lo tenga y por cuanto tiempo, siempre será finito.
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