Más casos de corrupción política. Es natural la desazón de mucha gente, de políticos en activo también, porque son conscientes de los efectos que tales casos producen. Es el gran mal de la democracia y de nuestros días. Menos mal que aquella se rearma y desde los poderes públicos establece mecanismos para intentar frenarla y ponerla al descubierto. Erradicarla parece imposible.
Consta el esfuerzo de los partidos políticos para acabar con cualquier comportamiento vinculado a la corrupción y sus múltiples formas. Impedir que sus cargos y representantes incurran en ilícitos: lo están intentando, mediante adecuada selección de personal, seguimientos y fiscalizaciones, mediante depuraciones internas o medidas cautelares a la espera de que resuelvan los tribunales.
Los partidos deben ser los primeros en dar ejemplo. Se trata de restituir, de devolver la ética cívica a las instituciones públicas. Que lo hagan porque el sistema se les va de las manos.
La política es una actividad pública que ha de dignificar a una sociedad pero ha de ejercerse con nobleza, limpieza y transparencia. Por el bien de todos. Por el bien de la democracia. Un acto de servicio, un comportamiento, un compromiso: todo eso es la política hasta convertirse en un ejemplo. El aprovechamiento, el incumplimiento de la norma, el método irregular, el saqueo, la comisión delictiva son la antítesis de ese ejemplo.
Se comprende así la decepción de muchas personas. La decepción y la desazón. Personas que abrazaron una ideología, que simpatizan con una causa, que se identifican con unas siglas. Personas que se ilusionaron con el retorno de la democracia, con el acceso de su partido al poder para transformar la sociedad o para gestionar los recursos públicos con arreglo a su modelo, y ahora se encuentran con alcaldes y cargos públicos procesados o encarcelados.
Decepción y desazón mayor en los socialistas. Ya pagaron en su día un alto precio y sólo la solidez ideológica propició la superación de un notable descrédito a cuyo carro todavía se suben los radicales y fundamentalistas incapaces de ver lo que tienen más cerca. Que nadie olvide que la honestidad socialista está hecha a prueba de dictadura, de represalias, de proscripción, de privación de libertad, de exclusión y hasta de tortura. Tantos valores para que algunos echen por tierra toda una labor, toda una entrega, para que arruinen lo que tanto cuesta conseguir.
A la derecha, ya se sabe, todas estas cosas como que se le perdonan o toleran más. Allá ellos.
Pero es igual: tolerancia cero ante la corrupción. De quien sea, de quien la protagonice. Es una frase hecha pero hay que vigorizarla no sea que el desapego y la desconfianza de la población aumenten como se incrementa el desprestigio de los políticos. Tanta desafección, en medio de la recesión económica que no desaparece, está erosionando el sistema y el ánimo de la ciudadanía.
Y ya se ha alcanzado el límite.
jueves, 29 de octubre de 2009
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1 comentario:
Coincido con tu análisis sobre la gravedad del fenómeno y lo intolerable que resulta, pero la verdad es que discrepo con algunas de tus apreciaciones: por ejemplo, yo no acabo de ver que los partidos estén haciendo un esfuerzo serio para erradicarla.
Mis reflexiones al respecto las he publicado en http://carlosjaviergalan.blogspot.com/2009/11/corrupcion-y-partidos-politicos.html
Un saludo.
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